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miércoles, 18 de julio de 2018

    
“El clamor del cambio profundo expresado en las urnas”: nuevo evangelio del obradorismo
    
Hugo Páez
 
Se está gestando un evangelio a partir de un razonamiento que se convierte a toda prisa en slogan revolucionario, justificador de cualquier embestida del grupo ganador de Andrés Manuel López Obrador.
La frase para argumentar cualquier imposición se legitima por: “El clamor de cambio profundo de la voluntad popular, expresada en las urnas”.
En realidad ese ‘clamor’ es el 35% del padrón electoral.
Han transcurrido pocos días de la elección presidencial y no deberíamos estar hablando de la transformación del candidato Andrés Manuel en el presidente López Obrador. De derecho no lo es, pero de hecho se le da el trato.
El protagonismo y confusión en su equipo de transición provoca demasiado ruido, contradicciones y desmentidos. Todo esto exhibe al virtual presidente electo, y esperamos la transformación en la figura del estadista pero NO llega.
Necesita tomar el mando de un equipo ordenado, que deja atrás las campañas, los enfrentamientos políticos y el espectáculo electoral.
Lo que vemos es la persistencia de figuras con agenda propia, sin la batuta necesaria para NO confundir a los ciudadanos y superar la percepción de que cada quien juega un protagonismo inédito a estas alturas de la transición.
Así vemos a la coordinadora del Proceso de Pacificación Loretta Ortiz dando tumbos con la presunta intervención del Papa Franciso en los Foros de Paz; al padre Alejandro Solalinde penosamente rechazado y humillado por el EZLN en busca de un acercamiento con AMLO, y la inviable consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional CDMX propuesta por Javier Jiménez Espriú, desinflada por el INE de Lorenzo Córdova en voz del consejero Benito Nacif, a Olga Sánchez Cordero provocando tsunamis en la Casa Blanca por la apresurada declaración de la legalización de la amapola y una serie de drogas.
Las medidas de austeridad con recorte de salarios superiores a 83 mil pesos mensuales, el despido del 70% de la burocracia de confianza, la reubicación de más de 7 mil elementos castrenses del Estado Mayor Presidencial al Ejército; el recorte de gastos, canonjías, personal de servicio, etcétera, son decisiones que están gestando una indignación a pocos días de la elección.
No se ve una cabeza al mando que le ayude a mantener la sintonía de los generales del nuevo gobierno, lo que provoca una alta percepción de desorden y nerviosismo ‘por lo que viene’.
Arrinconado en las alturas del dogma de su propia fama, inevitablemente Andrés Manuel perderá contacto con la diversidad de estratos y sectores que definen a la población, NO solamente el de sus seguidores, tal vez no lo note, pero el nerviosismo en lo que será su propia administración está a punto de evolucionar en una gran indignación por el bajón salarial, los despidos y la reducción de prestaciones.
Seguramente todo esto está calculado, aunque falta ver qué tan bien hicieron el cálculo, porque en eso de que los estimados son más conjeturales que científicos, la reacción puede provocar un problema verdaderamente serio.
Las prisas por demostrar cambios inmediatos son malas consejeras.
Abrir un sinnúmero de frentes de batalla al mismo tiempo es mal inicio de sexenio. En su propio equipo piden mesura, cuidar las declaraciones y desacelerar el paso. López Obrador debe calmar a los desesperados que quieren demostrar que la revancha social llegó.
Son brutales las declaraciones de Gerardo Fernández Noroña en el Foro de Sao Paulo, desde la Habana Cuba sentenció que “se pueden llevar a cabo las reformas que nosotros decidamos, por la mayoría que tienen Morena y sus aliados en el Congreso”.
Y agregó: “Podemos darle marcha atrás a todas las reformas neoliberales. Por supuesto que tendremos que recuperar puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, aguas, petróleo, telecomunicaciones, todo, y ponerlo al servicio de nuestro pueblo”.
Ahí está el nuevo evangelio, tal como lo invocó Alfonso Durazo Montaño desde su papel de Secretario de Seguridad Pública contra la gobernadora de Sonora Claudia Pavlovich Arellano por una presunta iniciativa de veto en el Congreso local con el nuevo mandamiento, porque la gobernadora no atendía “el clamor de cambio profundo de la voluntad popular, expresada en las urnas”.
Ufff, hay un cierto olor a bolchevismo soviético, a la Revolución de Octubre de 1917, pero cien años después. Andrés Manuel tiene que poner orden y honrar la confianza de los ciudadanos en las urnas.
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