Hugo Páez
Ofensiva la escena del Jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera.
En epicentro de la crisis medio ambiental más dura de los últimos doce años, la imagen del martes con el anuncio del segundo día consecutivo de la Fase Uno de contingencia, no era la de una reunión de la Comisión Ambiental de la Megalópolis, NO, era grilla pura, proyectos personales en el imaginario individual del anhelado futuro presidencial del 2018.
Acompañado por los fallidos gobernadores de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco” y el de Oaxaca Gabino Cué Monteagudo, escoltados por el alcalde de Guadalajara Enrique Alfaro y su coordinador parlamentario del MC Clemente Castañeda, el tema en el Palacio del Ayuntamiento capitalino fue el Proyecto Independiente, no el análisis de la escandalosa compra de más de 118 mil vehículos particulares -sólo en el mes de abril, según las asociaciones de la Industria Automotriz y la de Distribuidores-, adquiridos por los capitalinos que no encuentran salida a la restricción vehícular y fueron echados a la calle a un servicio público infame y totalmente rebasado, donde los usuarios cotidianos de la red de transporte público los ven como marabunta invasora.
Más allá de la corrección política, las circunstancias obligan al Jefe de Gobierno de la CDMX a una ética correcta, pero el narcisismo desborda al sentido común del grupo en cuestión, al que no le importa la caída en las encuestas y los problemas que resultaron tallas mayores a sus capacidades. Woody Allen define ese tipo de perfil como paranoicos al revés: “piensan que todo el mundo los quiere”.
Sin embargo el caponero tiene en su casa una crisis monumental, producto de más de tres años de malas decisiones, de apilar proyectos frívolos e intrascendentes encima de los urgentes ineludibles, en espera de que las condiciones atmosféricas solucionen sus responsabilidades.
En esa farsa están los presunto cuidadores de la capa de ozono, los que insertaron la cultura pedestre sin las condiciones necesarias ni los sólidos proyectos previos, convirtiendo a los vehículos automotores en el villano que se ajustaba a su futuro político.
Así se ven los cuatro gobernantes en la foto del Ayuntamiento, con la premeditación del protocolo “sin corbata” traje oscuro y camisa blanca, una reunión informal que debe enmarcarse en un propósito electoral en horas laborables, sutilezas que no registra el INE de Lorenzo Córdova Vianello, mientras millones de capitalinos son sometidos por medidas ineficaces.
Pero no sólo es el narcisismo, grandes dividendos explican la feroz batalla por las administraciones de los gobiernos. Tienen a favor la opacidad de las reglas y las simulada transparencia y la rendición de cuentas. Una maquinaria ideal para transitar en la impunidad, ahí está el ejemplo de Javier Duarte de Ochoa y de la mayoría de los gobernadores salientes, como lo fue de los anteriores, y lo será de los futuros, si queda en versión ligera la reforma Anticorrupción.
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