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domingo, 14 de junio de 2015

Mancera, la caída

Hugo Páez

El 5 de diciembre del 2012, al tomar protesta Miguel Ángel Mancera Espinosa en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal como el Jefe de Gobierno, con los resultados electorales más altos en la historia de la Ciudad de México (65%), nunca imaginó el desastre dos años y medio después, el infierno de la elección intermedia, la mayor caída desde que el PRD gobierna la capital de la república.
El parte de guerra es brutal e inesperado antes del 7 de junio, ahora Andrés Manuel López Obrador cogobernará cinco delegaciones y la primera minoría de la Asamblea Legislativa del DF con 18 posiciones (+ plurinominales), eje vital para la toma de decisiones en la Jefatura de Gobierno y el avance en la implementación de nuevas normas postergadas en el primer trienio. Un ejemplo es la formación del Constituyente en la Reforma Política de la Ciudad de México, al que se opone el líder de Morena, aunque habrá tres meses de la legislatura saliente con la fuerza del primer trienio para apresurar la agenda.
Sumado a la derrota de los tres partidos en el Distrito Federal, PRD, PAN y PRI, la estructura de mando vertical de Morena será una ventaja avasalladora. Las instituciones más democráticas son las menos ágiles en resultados, en contraste, la toma de decisiones en Morena son atribuciones del líder López Obrador, como ocurrió en la selección de candidatos y la amenaza de cogobernar Guerrero, de resultar una victoria.
Andrés Manuel López Obrador es una especie de candidato independiente, capaz de someter a partidos y sectores ideológicos a su voluntad.
La rebeldía del PRD posterior al 2012 le valió su desmantelamiento en vías de aniquilación. El líder fundó su propio movimiento pero tendrá que demostrar que es capaz de hacer buen gobierno en las cinco demarcaciones capitalinas, tiene los elementos, la decisión y el mando sobre sus delegados y diputados electos.
“No veo enfrentado a López Obrador con el Jefe de Gobierno”, afirma Miguel Mancera en una entrevista con el Universal, y agrega que le dicen que el tabasqueño no lo dejará gobernar.
Pero las circunstancias definen posiciones, Mancera tratará de llevar la fiesta en paz y Andrés Manuel cumplir su objetivo para el 2018, pero si se le atraviesa, será otra historia, el 7 de junio cambió escenarios, se redujeron drásticamente las probabilidades de una candidatura presidencial exitosa para el Jefe de Gobierno ungido por los grandes perdedores con Carlos Navarrete a la cabeza.
No obstante, la confesión de Mancera es una prueba de que el narcisismo puede sobrevivir a enormes fracasos: “Si la gente me lo pide, iré por la Presidencia”.
Con la sentencia: “El PRD va de fractura en fractura” el Jefe de Gobierno sugiere una mayor toma de distancia. En estos momentos le estorban las siglas y permanecerá fuera de filiación.
Inicia la etapa de reconstruir lo rescatable y afrontar el trienio en puerta con más agudeza, más profesionales y menos amigos. Una decisión vital es la selección del coordinador del grupo parlamentario del PRD en la Asamblea Legislativa del DF. Se habla de Raúl Flores, la primera posición plurinominal pero carga con la fuerte derrota en la capital, otro alfil es el ex delegado de Miguel Hidalgo Víctor Hugo Romo, se sometió a las urnas y llegó con una clara ventaja, además de conservar el perfil más conciliador con otros grupos de izquierda. El tercer aspirante Leonel Luna mostró fidelidad a Mancera al renunciar al grupo de René Juvenal Bejarano, y por lo mismo puede ser manzana de discordia en la Asamblea.
En el análisis de la zona de desastre tendrá que tomar una decisión con Joel Ortega, la parálisis de la Línea 12 del Metro fue un factor importante en la derrota, la maniobra política del director del STC contra Marcelo Ebrard Casaubón terminó golpeando al Jefe de Gobierno y al PRD, tendrá que optar por proteger o abandonar a su operador Héctor Serrano, el Secretario General de Gobierno se convirtió en el principal blanco de los generales de MORENA.
La reflexión obligada es ¿Qué falló..? Los cálculos más pesimistas en el cuarto de guerra de Mancera pronosticaban tres delegaciones entregadas a MORENA, los intermedios estimaron entregar sólo Tlalpan a Claudia Sheinbaum, y el escenario optimista describió a un Jefe de Gobierno y su partido en pleno control de 14 demarcaciones y un poco más de la mitad de los escaños en la Asamblea Legislativa.
La derrota es terrible y el impacto psicológico peor. El abordaje de López Obrador y sus huestes de MORENA alcanzaron cinco delegaciones y 18 curules de la Asamblea, contra 14 del PRD, 5 del PAN y 3 del PRI. Tres delegaciones más quedaron en manos de un PRI-DF al que nadie apostaba un peso, después de la crisis de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre y la difícil reconstrucción de la dirigencia heredada a Mauricio López.
Otras dos demarcaciones quedaron en manos del PAN capitalino de Mauricio Tabe Echartea, la obligada Benito Juárez con Christian Von Roehrich a la cabeza y la sorpresiva victoria de Xóchitl Gálvez Ruiz en Miguel Hidalgo contra el perredista David Razú Aznar.
El castigo ciudadano fue ejemplar para Miguel Mancera y los Chuchos apropiados de la franquicia PRD, y en franca lucha contra Andrés Manuel López Obrador desde que presentó a los cuatro puntos cardinales la nueva Meca de la izquierda llamada Movimiento de Regeneración Nacional, nombre que derivó en una palabra simple y penetrante: MORENA, evocadora de la raza y la Virgen de Guadalupe. Una muestra más de la pericia político-estratégica del tabasqueño, candidato presidencial en el 2006 y el 2012, enfilado en el carril de alta velocidad del 2018.
Andrés Manuel recolectó los odios y las traiciones abandonados por Mancera, Carlos Navarrete Ruiz, Jesús Zambrano Grijalva, Jesús Ortega, Miguel Barbosa y José Guadalupe Acosta Naranjo. A unos de sus proscritos se le atribuye parte del éxito electoral de Morena: René Juvenal Bejarano, fundador de la corriente Izquierda Democrática Nacional, dueño de importantes grupos operadores electorales y clientelares que desairaron el Sol Azteca de los Chuchos y el Jefe de Gobierno, señalados desde inicios del sexenio como la izquierda colaboracionista arrimada al gobierno de Enrique Peña Nieto, el gran adversario de López Obrador en el 2012 que tomó la distancia suficiente en la elección presidencial como para no dejar espacios a una protesta masiva, como lo fue el Plantón de Reforma en el 2006 contra el “fraude” de Felipe Calderón Hinojosa y el presidente saliente Vicente Fox Quezada.
Una vez pronunciado el “Sí protesto” en la Asamblea Legislativa, el ex Procurador de Justicia de Marcelo Ebrard Casaubón, se dio a la tarea de eliminar futuros aspirantes a candidatos presidenciales de la izquierda. Empezó por su antecesor al que boicoteó toda posibilidad de obtener una diputación plurinominal por el PRD, y la persecución siguió hasta el partido Movimiento Ciudadano de Dante Delgado Ranauro, y un último empujón con la impugnación de una suplencia a diputado, impulsada por Navarrete Ruiz, Barbosa y Zambrano.
Miguel Mancera fue prematuramente ungido como candidato presidencial por los Chuchos y el coordinador parlamentario en el Senado Miguel Barbosa. El PRD facturado a esa facción política cambió la posición de la próxima Jefatura de Gobierno por la aspiración de llegar a Los Pinos.
El viacrucis de López Obrador hasta llegar a la elección intermedia pasó por un infarto, por amenazas de desvanecimientos en mítines por toda la república, y una lucha intestina contra las Reformas Estructurales, principalmente la Energética, a la que culpa en gran parte a la posición simuladora del PRD, con quien no quiso hacer comparsa en la protesta contra la “privatización del petróleo”.
De ahora en adelante los pasos de Mancera Espinosa tendrán que ser cuidadosamente estudiados, caminará con líder que proscribió a su “partido corrupto”, con la sentencia “Con esos no vamos ni a la esquina”.

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