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miércoles, 15 de noviembre de 2017

Inseguridad y corrupción, bullying al candidato del PRI

Hugo Páez


Enrique Ochoa Reza y Peña Nieto tienen dos toros que lidiar en la campaña presidencial: corrupción e inseguridad.
Es de suponer que se tomarán en cuenta para el perfil del candidato, más allá de los cinco cuestionamientos como: ¿Quién le cuidará la espalda..? o ¿Quién es indicado para continuar su obra..? y otros tres razonamientos de naftalina política de los ochenta.
No hay más que observar las últimas dos molestias visibles del presidente para entender que en la toma de decisiones, ese ánimo tendrá una gran influencia.
Un mes atrás, el 16 de octubre en el Foro Impulsando a México, con la voz tensa al explicar temas como el del socavón en el Paso Exprés de Cuernavaca, Peña Nieto dijo: “De todo quieren echar la culpa a la corrupción... si ocurre un choque en la esquina, (dicen) ¿Quién compró el semáforo que no funcionaba..?”.
Y el lunes pasado, en el Foro Sumemos Causas de María Elena Morera, hizo un fuerte reclamo por las críticas al combate contra el crimen organizado y la inseguridad. Lo tachó de ‘bullying’ contra las policías e instituciones de seguridad pública.
Los dos temas son recurrentes en el sexenio y van en aumento, a partir del 2014, y se erigen como los grandes obstáculos para la continuidad del PRI en la Presidencia de la República, como lo fue la masacre en el combate al crimen organizado de Felipe Calderón Hinojosa.
Los dos forman parte del argumento de Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya Cortés, y seguramente serán párrafos trasladados al candidato del Frente Ciudadano por México.
La corrupción tiene muchas paternidades y complicidades, pero como suele suceder cuando las responsabilidades son atomizadas, se diluye a la hora de personalizar, de tal forma, que en materia de corrupción, el candidato del PRI deberá aparecer incólume en su historial y declaración de bienes. Sin cola que le pisen, pues.
Pero como la palabra “Corrupción” ha estado asociada a la palabra “PRI”, por más de 70 años, aún cuando no es franquicia exclusiva, uno de los razonamientos para la toma de decisiones es que el candidato debe estar a distancia del partido.
El silogismo deduce que el relajamiento de los candados de los estatutos del PRI, fue removido exclusivamente para dar entrada a José Antonio Meade Kuribreña. Pero estas son premisas fundamentales, de las cuales están repletas las columnas de opinión, sin la complejidad que exige el proceso para llegar al ungido.
En el caso de Miguel Ángel Osorio Chong los números de la inseguridad son brutales, y provocaron la molestia más reciente del presidente, a pesar de que esgrimió una defensa de las instituciones de seguridad pública, con carga emocional, frente a organizaciones de la Sociedad Civil. Pero el récord de asesinatos dolosos y violencia en general, son mortales para un futuro candidato. A esto hay que agregarle que el presidente nunca movió a Osorio de Gobernación, como pareció cuidar a Meade, en tránsito desde la Secretaría de Relaciones Exteriores, a la de Sedesol, y por último a Hacienda.
No pretendo deducir quién será o no el preferido de Peña Nieto, me tiene sin cuidado si es Aurelio Nuño, José Narro, Manlio Fabio Beltrones, Enrique de la Madrid, Osorio o Meade, y me parece nauseabunda la cortesana cultura de descifrar los signos y movimientos del ‘príncipe’ (Maquiavelo).
A lo que voy es que pasó el tiempo, y estos dos grandes negativos serán una lápida para la alianza PRI-PVEM y posiblemente Panal, ya que no sólo permanecieron sin respuesta a la ciudadanía, sino crecieron sin control, aún cuando en el círculo rojo presidencial, el país tiene un rostro diferente.
Me preocupa el tercer camino, el que habla que ante la imposibilidad de borrar estos negativos del candidato oficial, se desborde una guerra brutal para empatar marcadores, mayor a la que padece López Obrador, Anaya Cortés y Alejandra Barrales.

Por lo pronto, espere un ataque brutal contra Morena con el tema Venezuela, chavismo y Nicolás Maduro. Ya lo verá.

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