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martes, 15 de octubre de 2013

Marcelo Ebrard esperaba esa respuesta de Los Chuchos

Hugo Páez

         No hay nada que perder y todo por ganar para Marcelo Ebrard Casaubón. No está dispuesto a dejar a Los Chucos en su zona de confort perredista que pretenden alargar hasta el primer trimestre del 2014, aprovechando la “flexibilidad” de los tiempos marcados en los estatutos.
         Así que la respuesta a la propuesta de abrir la votación para elegir al líder del partido fue mas que esperada, una especie de sonda fotográfica del terreno minado que le espera.
         En realidad este primer capítulo es para exhibir aun más la evidente estrategia de control con Carlos Navarrete, como elemento continuador del proyecto.
         Nada fácil para Marcelo Ebrard. Su renuncia a un escaño en el Senado lo obligó a buscar foros forzados, es una contienda con muchos adversarios que no le perdonan la renuncia a la precandidatura en el 2012, el reclamo mas fuerte lo hace sentir en cada oportunidad Jesús Ortega, el beneficiado del “Chuchinero”, como le llamó Alejandro Encinas en la controvertida elección del 2008 en la que tuvo que intervenir la autoridad electoral.
         Si Ortega no se mide en calificativos negativos, Jesús Zambrano lo quiere arrinconar al Congreso Nacional, donde tiene mayoría controlada, y lo descalifica por el incómodo ruido que provoca su propuesta.
         La declaración del presidente del Sol Azteca pretende adelantar una salida no anunciada, es sus palabras, Zambrano dijo ayer: “Lo que no se valdría es que alguien, defendiendo una posición, por justa que le parezca, o por mas argumentada que piense que esté, si no sale, entonces que diga: agarro mis canicas y me voy”.
         Adelanta además el rechazo: “No creo que haya en el mundo un presidente de partido electo por encuestas”.
         Las crisis paralelas en el PAN y PRD tienen el centro de gravitación más fuerte en el control del partido. Gustavo Madero logró librar un primer capítulo en la Asamblea Nacional Extraordinaria, sin embargo, será cuesta arriba el resultado de una votación abierta a las bases, en el pizarrón luce completamente democrática, da fuerza a la militancia, pero fácil de perder el control.
         Pero si en el Acción Nacional es de alto riesgo una empresa de este tamaño, en el PRD es nitroglicerina en manos temblorosas, todo, gracias al manejo feudal de los partidos disfrazado de autonomía que se resiste a una verdadera transparencia en mecanismos y recursos.
         Marcelo juega sus únicas cartas.
Bajo la manga permanecen los apoyos de los gobernadores que impulso desde el Palacio del Ayuntamiento, nada despreciable, pero susceptible de traiciones. Por lo pronto, exhibe a un PRD excesivamente tribal y a una izquierda caudillista, esa que si en el 2018 logra ser sometida nuevamente por Andrés Manuel López Obrador en una candidatura de unidad, el PRD acumularía en 30 años de lucha solo a dos candidatos presidenciales: Cuahutémoc Cárdenas Solórzano y AMLO. ¿Tribus y caudillos..? En estos momentos deberíamos estar hablando de otra izquierda.

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