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jueves, 1 de septiembre de 2011

Y después del enojo presidencial que sigue..?


Hugo Páez

         Quedará solo para el anecdotario si después del enojo del presidente Felipe Calderón por la masacre del Casino Royale de Monterrey se olvida exigirle a Estados Unidos el control de armas de asalto, como la prohibición constitucional antes del 2004, el ataque efectivo al consumo de estupefacientes y al sistema financiero que mantiene la letalidad del crimen organizado.
         No habrá perdón si todo queda en el olvido, después de la detención de cinco de los 12 implicados en el incendio intencional, aún cuando se capture a todos los criminales. No habría perdón para la sociedad civil si baja la guardia y quedan en el vacío las 52 muertes de personas que nada tienen que ver con la delincuencia.
         No se trata de repetir hasta el infinito los acuerdos y los pactos cada que vivimos un evento trágico. En el Royal fueron 52, sin embargo, hay que recordar que la sola muerte de Fernando Martí, hijo del empresario Alejandro Martí provocó un acuerdo en Palacio Nacional, o el del hijo del poeta Javier Sicilia que derivó en los diálogos en Chapultepec y el Museo de Antropología.
         Por primera vez Felipe Calderón fue lo suficientemente acertivo con los vecinos del norte, aún cuando no había una liga directa entre el incendio del Royal con el tráfico de armas o la venta de droga, sin embargo, a las redes delincuenciales ahora se les contabilizan 22 tipos de delito entre los que  se incluye la extorsión.
         Felipe Calderón reclamó: “Si están decididos y resignados a consumir drogas, busquen, entonces, alternativas de mercado que cancelen las estratosféricas ganancias de los criminales, o establezcan puntos de acceso claros, distintos a la frontera con México. Pero esa situación ya no puede seguir igual”. 
“De esas ganancias económicas, las mayores rentas provienen de un factor: el trasiego y venta de droga a los Estados Unidos. Parte de la tragedia que vivimos los mexicanos tiene que ver con el hecho de que estamos al lado del mayor consumidor de drogas del mundo y, a la vez, del mayor vendedor de armas en el mundo que paga miles y miles de millones de dólares cada año a los criminales por proveerlos de estupefacientes”.
El presidente manifestó que México debe dejar de pagar las consecuencias del negocio del tráfico de drogas, agregó: “Es importante que el pueblo, el Congreso y el gobierno de Estados Unidos encuentren una solución  para arrebatarles las exorbitantes rentas económicas a los criminales que les genera el mercado negro de las drogas”, “Somos vecinos, somos aliados, somos amigos, pero también, ustedes son responsables”.
Bien, habría que ver los mecanismos de exigencia que tal vez no serían necesarios si el gobierno de Barak Obama se asume con responsabilidad, como la parte mas importante del problema. Las pruebas están a la mano, el programa “Rapido y Furioso” ventiló la proclividad de las autoridades norteamericanas para experimentar en territorio ajeno. Las armas que atravesaron la frontera ya dejaron huella de sangre en México y solo cayó el director de la ATF (Alcohol, Tabaco y Armas de fuego) norteamericana, tres meses después.
El reclamo es auténtico y no debemos quitar el dedo del renglón, una ley sobre control de armas de asalto activa desde 1994 se derogó en el 2004 por intereses mercantiles. No existe otro argumento para que los ciudadanos puedan tener acceso a metralletas, rifles de asalto y equipos militares que van mucho mas allá de la protección personal.
Será muy difícil para el presidente Calderón amarrar compromisos puntuales de Estados Unidos ya que las instituciones son mas autónomas, de mucho mayor alcance que las mexicanas, y el narcotráfico está abajo del terrorismo como prioridad, además de que la reelección escaló como primera preocupación de Barak Obama.
         El miércoles vimos a Felipe Calderón muy preocupado por aclararle a Joaquín López Dóriga que no está enojado. En la entrevista, el conductor de El Noticiero insistió varias veces si estaba enojado, por diversos temas, Calderón también insistió en negarlo, que no había enojo con jueces, legisladores, autoridades, etcétera, solo dio a entender que con Estados Unidos había una molestia real.
         La insistencia de uno y otro parecía un guión escrito para aclararle a los mexicanos que la percepción del discurso explosivo que dio al día siguiente de la masacre del Royal, era producto del momento, de la circunstancia histórica, sin embargo, y que el estado de ánimo del presidente había regresado a la templanza y cordura necesarias en el encargado del timón del país.
         La realidad es otra, el presidente está muy enojado con su gabinete, con el Poder Legislativo y el Judicial, amén de las cabezas de las fuerzas federales y las estatales.
         ¿Quién no lo estaría..? El Royal marcó un hito en la historia de las tragedias del crimen organizado en una ciudad con una clase empresarial organizada que le demandará resultados con persistencia. Para colmo, el alcalde panista de Monterrey Fernando Larrazabal despertó con una bomba en casa al revelarse en el periódico El Norte y Reforma lo que parece una red de extorsiones a casinos encabezada por su hermano Jonás, aun cuando la defensa de este dice que era proveedor de quesos, licores y productos de consumo, en lo que parece una defensa cínica y desesperada para desacreditar los videos y fotografías donde aparece recibiendo dinero como un extorsionador, no como un proveedor que cobra facturas de productos y servicios.
         El Royal y el hermano incómodo del panista Larrazabal desinflaron en medios de comunicación las acusaciones contra Humberto Moreira por falsificación de documentos para endeudar al gobierno de Coahuila. Una sólida estrategia mediática contra el líder del PRI con datos duros efectivos que fue enterrada por los 52 muertos del casino y las acusaciones de que su compañero del PAN, el alcalde de Monterrey, era parte de una familia de la que se sospecha está ligada con el crimen organizado.
El enojo del presidente es una manifestación de autodefensa,  los psicólogos apuntan que una persona irritable puede fácilmente estar equivocada porque la ira causa una pérdida en la capacidad de auto-monitoreo y en la observación objetiva. Den ahí la insistencia por demostrar lo contrario… en cadena nacional.

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