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jueves, 19 de marzo de 2015

En el discurso somos otros, en los hechos el Congreso niega transparencia

Hugo Páez


Toda una farsa el mensaje del Congreso, en la transformación de la nueva Ley General de Transparencia.
El Senado apostó al tiempo para retardar la propia rendición de cuentas, mediante un período de gracia de cinco meses, en un artículo transitorio, el cual pretende aprobar el Programa de Reorganización Administrativa.
La unanimidad de partidos en esta decisiones prueba que la complicidad es la materia que los une en una federación creada exclusivamente para su propia protección.
El club de los de siempre, de los que heredan la ruta a familiares, amigos e intereses corporativos.
Esta semana era la oportunidad para la transformación esperada en un país incrédulo y desconfiados, como señaló Enrique Peña Nieto en el Reino Unido, pero emergió de nuevo la razón de esa desconfianza, y el   Senado nos la revienta en la cara.
Dirán que sólo son cinco meses para el cumplimiento de las obligaciones genéricas y específicas a las que se refiere la Ley, en este lapso los diputados y senadores aprobarán, a más tardar el 30 de agosto de 2015, el programa de reorganización administrativa.
Bullshit para los ingenuos, esos que cada vez son menos en este país que tiene a los Tres Poderes bajo sospecha de corrupción, de abuso, de incompetencia, de simulación y engaño generalizado.
Ayer en el Senado se negoció un adendum y fue aceptado por legisladores de las bancadas de Emilio Gamboa Patrón, Fernando Herrera Ávila, Miguel Barbosa, Pablo Escudero Morales y Manuel Bartlett Díaz, incluye un programa de reorganización que deberá comprender por lo menos normas y criterios para la homologación programática presupuestal contable y organizacional de los grupos parlamentarios.
Ojo, no estamos hablando de un organismo o institución externa como la Secretaría de Hacienda, Gobernación, Comunicaciones y Transportes, el Seguro Social, NO, se trata de rendición de cuentas en procesos administrativos, prestaciones, bonos, viáticos, agregados o como les quiera llamar, de las Cámaras que tienen el calendario legislativo en la mano, que se autolegislan, que se autoregulan, y en conclusión, deciden que esa transparencia puede esperar, y en una de esas caerá en el “olvido” o podrá diluir el interés de la opinión pública con el tiempo, como suele pasar.
El reporte del Senado dice que el programa también tiene que incluir las obligaciones de las cámaras de los grupos parlamentarios en cuanto a los recursos que asignan a los legisladores, el tratamiento fiscal y presupuestal de los ingresos, prestaciones, apoyos y recursos, en dinero o especie que reciban los diputados y senadores para realizar la función legislativa de gestión.
Además fija que el programa, que se va a cinco meses, debe establecer el régimen laboral del personal adscrito a los grupos parlamentarios, comisiones y legisladores, así como las reglas relativas al uso custodia administración y disposición de los recursos públicos que no tenga la condición de dietas o contraprestaciones laborales incluidas las relativas a las modalidades de acceso.


¿Existe un argumento sólido para postergar en la Ley de Tansparencia la rendición de cuentas del Congreso..? En lo señalado no hay complicaciones, ni conceptos de los que no se hayan estudiado alternativas.
Pero lo más escandaloso es la carencia de disposición en el Legislativo para encabezar el ejemplo de transparencia, y atacar esa desconfianza que plaga al país, como señaló Peña Nieto dos semanas atrás.
En el discurso somos otros, en los hechos somos los mismos.
   


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