Hugo Páez
No hay nada
que perder y todo por ganar para Marcelo Ebrard Casaubón. No está dispuesto a
dejar a Los Chucos en su zona de confort perredista que pretenden alargar hasta
el primer trimestre del 2014, aprovechando la “flexibilidad” de los tiempos
marcados en los estatutos.
Así que la
respuesta a la propuesta de abrir la votación para elegir al líder del partido
fue mas que esperada, una especie de sonda fotográfica del terreno minado que
le espera.
En realidad
este primer capítulo es para exhibir aun más la evidente estrategia de control
con Carlos Navarrete, como elemento continuador del proyecto.
Nada fácil
para Marcelo Ebrard. Su renuncia a un escaño en el Senado lo obligó a buscar
foros forzados, es una contienda con muchos adversarios que no le perdonan la
renuncia a la precandidatura en el 2012, el reclamo mas fuerte lo hace sentir
en cada oportunidad Jesús Ortega, el beneficiado del “Chuchinero”, como le
llamó Alejandro Encinas en la controvertida elección del 2008 en la que tuvo
que intervenir la autoridad electoral.
Si Ortega no
se mide en calificativos negativos, Jesús Zambrano lo quiere arrinconar al
Congreso Nacional, donde tiene mayoría controlada, y lo descalifica por el
incómodo ruido que provoca su propuesta.
La declaración
del presidente del Sol Azteca pretende adelantar una salida no anunciada, es
sus palabras, Zambrano dijo ayer: “Lo que no se valdría es que alguien,
defendiendo una posición, por justa que le parezca, o por mas argumentada que
piense que esté, si no sale, entonces que diga: agarro mis canicas y me voy”.
Adelanta
además el rechazo: “No creo que haya en el mundo un presidente de partido
electo por encuestas”.
Las crisis
paralelas en el PAN y PRD tienen el centro de gravitación más fuerte en el
control del partido. Gustavo Madero logró librar un primer capítulo en la
Asamblea Nacional Extraordinaria, sin embargo, será cuesta arriba el resultado
de una votación abierta a las bases, en el pizarrón luce completamente
democrática, da fuerza a la militancia, pero fácil de perder el control.
Pero si en el
Acción Nacional es de alto riesgo una empresa de este tamaño, en el PRD es nitroglicerina
en manos temblorosas, todo, gracias al manejo feudal de los partidos disfrazado
de autonomía que se resiste a una verdadera transparencia en mecanismos y
recursos.
Marcelo juega
sus únicas cartas.
Bajo la manga permanecen los apoyos
de los gobernadores que impulso desde el Palacio del Ayuntamiento, nada despreciable,
pero susceptible de traiciones. Por lo pronto, exhibe a un PRD excesivamente
tribal y a una izquierda caudillista, esa que si en el 2018 logra ser sometida
nuevamente por Andrés Manuel López Obrador en una candidatura de unidad, el PRD
acumularía en 30 años de lucha solo a dos candidatos presidenciales: Cuahutémoc
Cárdenas Solórzano y AMLO. ¿Tribus y caudillos..? En estos momentos deberíamos
estar hablando de otra izquierda.
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