Hugo Páez
No hay mejor
posición para cualquier aspirante de izquierda a la candidatura presidencial, que
la Jefatura de Gobierno del DF. Es la plataforma por excelencia desde 1997.
Es la posición que
convierte a Miguel Mancera en enemigo potencial de otros tiradores del PRD, PT,
Movimiento Ciudadano y MORENA, si este último supera los apuros para completar
las 20 asambleas con tres mil registrados.
Cada centímetro que
avance Mancera será una amenaza para Andrés Manuel López Obrador, Marcelo
Ebrard, y los que se cumulen para el 2018.
A su llegada a los
eventos, al primer “espontáneo” que grita "Mancera presidente", sonríe.
Las últimas semanas, de tensión brutal, no hay espacios para estos halagos, sin
embargo, las confesiones en la revista Quien y en ADN Político no dejan duda
sobre sus aspiraciones presidenciales.
¿Y por que no..?
Indudablemente,
desde el Palacio del Ayuntamiento y el presupuesto que implica, tiene mas
recursos que cualquiera, y esa ventaja es una fuerza a demoler, a neutralizar.
El mejor recurso: la presión política.
Ayer su popularidad
amaneció 9% abajo, comparada con el trimestre anterior, según una encuesta del
periódico El Universal. Sea quien sea él, o los que esté instigando en la
Ciudad de México, los negativos se los lleva Mancera, aun cuando el objetivo
visible es el gobierno federal de Enrique Peña Nieto de las múltiples protestas
que llenan estratégicamente el calendario político.
Pero Peña Nieto no
es un precandidato a vencer. La Reforma Energética está a semanas de entrar
formalmente al dictamen parlamentario ¿Por qué la presentó el presidente con
tanta anticipación..? Es una maniobra que dio espacios para organizar
protestas, campañas en contra y revivir odios a viejos tabúes. Pero esa es otra
historia, lo cierto es que el presidenciable Jefe de Gobierno Miguel Mancera
está sometido a un constante bombardeo que deteriora su imagen a la velocidad
de tres puntos mensuales, si tomamos en cuenta los datos de la última encuesta.
Antes de bajar al
infierno de la mano de Virgilio, Mancera no perdió oportunidad de tomar
distancia con Marcelo Ebrard, una alegoría cercana a “El poder no se comparte”,
mensaje del entonces presidente José López Portillos a Luis Echeverría Álvarez.
Las casualidades no
existen, esa distancia fue restregada en la cara de Ebrard en un partido de béisbol,
con dos aspirantes, Mancera y Andrés Manuel, vestidos de toleteros con un
sugerente titular en la casaca “Amigos”. Los ausentes no son amigos.
Los problemas se le
acumulan, pero tiene tiempo para reconstruir el camino, por el momento, es el
presidenciable que le estorba a Marcelo y Andrés Manuel. La izquierda, con
todos sus partidos y sus tribus solo puede llevar un candidato. La otra opción,
impensable.
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