Hugo Páez
Después de largas comparecencias, enredos y contiendas intestinas en el Congreso, para seleccionar a los Consejeros Electorales del IFE, la historia de la partidización se puede repetir en la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
La vida política en México está secuestrada por un sistema de partidos que se arrogan cada vez más exclusividades que se concretaron tanto las reformas a la Ley Electoral como el rechazo del legislativo a candidaturas ciudadanas. Son un retroceso frente a uno de los logros humanos más importantes de las últimas décadas: la individualidad opuesta la potestad de instituciones y gobiernos.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos parece que no escapará a esta cofradía que todo lo negocia, que tiene como objetivo cumplir intereses de grupo, tal como gestó a los consejeros del IFE.
Sin autonomía, deudas con partidos, compromisos con los calificadores, el ó la nueva titular de la Comisión de Derechos Humanos será una voz contaminada.
La Comisión de Derechos Humanos del Senado decidirá una terna entre los candidatos que hasta la fecha son 10 registrados, para evaluar en una segunda vuelta. Hablamos de una presidenta y dos secretarios con profundo sentido partidista encabezada por Rosario Ybarra de la Garza del Partido del trabajo y como secretarios: Fernando Elizondo Barragán del PAN y Renán Cleominio Zoreda Novelo del PRI; más tres integrantes del PAN, dos del PRI, uno del PRD y uno de Convergencia.
La CNDH es una institución que perdió confienza de los ciudadanos, José Luis Soberanes le dio un toque especialmente misógino. De los 20 funcionarios más altos, solo 3 son mujeres y solo a una se le invita a las reuniones de equipo. En sus dos períodos tuvo una visitadora mujer de los cinco integrantes. Actualmente todos son hombres.
Cuando Soberanes tomó posesión, presionó tanto a Patricia Galeana, esposa del jurista Diego Valadez, que la obligó a renunciar al cuarto mes. Guadalupe Morfín Otero, presidenta de la Comisión Estatal en Jalisco, recibió un constante golpeteo a raíz de alertar a la CNDH de las terribles condiciones del penal de alta seguridad de Puente Grande, semanas antes de que escapara Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
La segunda visitadora Susana Pedroza, única mujer en ese puesto, fue presionada hasta lograr su renuncia, después de trabajar desde el 2001 en la institución como Secretaría Técnica del Consejo Consultivo.
La contienda presidencial, acelerada apenas pasó la elección del 5 de julio, hará del presidente de la CNDH un factor importante para el reclamo a los tres tipos de gobierno, aún cuando los estados operan con su propio organismo.
De seguir la tendencia del PRI, el próximo año sumarán más gubernaturas a sus 18 actuales, y en cantidad de gobernados estarán más bajo el escrutinio de la Comisión.
Sería muy ingenuo pensar que los partidos representados en el Senado, que decidirán al nuevo ombudsman, se librarán de todo interés para sacar al nuevo hombre ó mujer.
La mecánica está decidida: el Congreso tiene la palabra; sin embargo, la historia de los candidatos registrados puede ser la clave para quitar ese elemento contaminante, ese que puede dar vida a un Frankenstein lleno de compromisos que sin duda estarán presentes en los próximos dos años de efervescencia electoral.
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