Hugo Páez
Los próximos días son vitales, nos casaremos con el nuevo presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en tiempos importantes para el país convulsionado por una guerra contra el narcotráfico que produce más violencia día a día, crisis económica, más impuestos y menos empleos que incrementarán la delincuencia y el trabajo para las procuradurías, policías y el ejército, blancos naturales de las recomendaciones de la CNDH.
La figura del ombusdsman es clave para la sociedad civil en países desarrollados; la historia en México dice lo contrario, partimos de un origen turbio, en que el ombudsman era designado por de la secretaría de gobernación, por lo tanto, su empleado.
Dos caminos contaminados se disputan la sucesión: los partidos políticos y José Luis Soberanes, quien pretende dejar sucesor en un juego de tres ó cuatro fichas recién salidas de su oficina y preferencias.
Hay elementos que juegan fuera del tablero, con apoyos solidarios y valor propio, pero sin padrinos políticos en los partidos que se atribuyeron el poder de designar al sucesor de Soberanes. De imperar la honestidad y cordura sobre los intereses de partidos, la pertenencia no tendría ventaja; pero son dos virtudes inexistentes en la vida política de México.
Contra su voluntad, Rosario Ibarra de Piedra juega un papel estratégico en la atribución de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, desinterés que ha retrasado la propuesta de la terna, bajo pretexto de otros quehaceres más importantes del Senado como el paquete financiero.
Mientras tanto, en el letargo le salen enemigos por todas partes a José Luis Soberanes; nada gratuito cuando fue capaz de inducir a testigos contra ministerios públicos, que al final revelaron la maniobra y terminó en demandas en su contra, y de la de sus visitadores en la Procuraduría General de la República.
Nada inventado cuando su animadversión de género privilegiaba a hombres sobre mujeres; solo una mujer está registrada como visitadora durante sus dos administraciones: Susana Pedroza, a quién botó el año pasado por celos profesionales.
José Luis Soberanes albergó en la CNDH a parientes de funcionarios para lograr amarres políticos que al mismo tiempo le restaban libertad para emitir recomendaciones. Niega sin precisarlo, su pertenencia a la asociación católica Opus Dei, cuando existen evidencias contundentes de ser un activo socio supernumerario, de los que no juran celibato. Al enrolarse en este estilo de vida renovó su Fidelidad a la obra de José María Escribá de Balaguer, cada 19 de marzo, día de San José; posteriormente gozó de esa exención como es gracia de los socios meritorios. No hay causa para la negación ó las medias verdades que engañan, sin embargo, el razonamiento teológico sería muy cuestionado en una posición de defensoría de los derechos humanos de la sociedad mexicana, aun cuando la religión católica es pionera en esta defensa, sin embargo, el dogma de fe, la creencia, han generado atrocidades en la historia de las que fueron víctimas Giordano Bruno y Galileo Galilei, entre cientos de librepensadores.
Se podrá hablar de que estas son otras épocas, pero a tiempo presente, la Comisión juega papeles vitales en los derechos de grupos de homosexuales, lesbianas, transgénero, pro aborto y demás conceptos que son tabú para la iglesia católica, más abusos de la autoridad en esta especie de guerra civil de mexicanos contra mexicanos con descabezados, colgados, encobijados, pozoleados y descuartizados.
La mentira de Soberanes es la mentira de sus herederos: Mauricio Farah, Javier Moctezuma Barragán y Raúl Plascencia, tal como fue la falacia de Emilio Álvarez Icaza al negar sus querencias con grupos pro aborto; decisión respetable que al ser negada la convierte en hipócrita.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos multiplicó sus gastos; se utilizó como departamento de becas y de relaciones públicas de Soberanes y sus funcionarios; persiguió sin evidencia, con acusaciones de fabricación de testigos para mostrar resultados; páginas negras en la cronología del país que no deben reeditarse. Aguas con repetir a los Soberanes.
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