Hugo Páez
SI Cesar Nava tenía alguna otra bomba mediática que reventar en los pocos días que restan de campaña electoral, se le frustró. El asesinato de Rodolfo Torre Cantú cambió radicalmente la atmósfera y sería de muy mal gusto seguir atizando la guerra electoral, aún cuando los ciudadanos merecemos conocer mañas y trapacerías reveladas en grabaciones telefónicas.
No solo es de mal gusto, seguramente sería acusado de potenciar los efectos colaterales al promover odios y propiciar estados de ánimo que despierten estados violentos.
Tamaulipas es uno de los estados asegurados para el PRI. Asesinar al candidato de la alianza Todos por Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, era eliminar a un virtual gobernador. Las encuestas lo ubicaban por más del doble de su contrincante del PAN, ahora es un mártir que apuntalará a los candidatos del PRI menos seguros.
El atentado no fue con el propósito de inhibir el voto o golpear a la democracia, como algunas declaraciones demagógicas tratan de definirlo, esos conceptos son muy abstractos para el crimen organizado y están fuera de obtener resultados inmediatos. Ahí está la sangre que faltaba, la que mancha elecciones y trata de golpear en zonas vulnerables del estado mexicano para desestabilizarlo. Es el caso del plagio de Diego Fernández de Cevallos, mantiene en suspenso al gobierno federal y al panismo, en espera prolongada de un desenlace que no culmine en tragedia.
Lo hemos comentado hasta el cansancio: la lucha contra el crimen organizado no solo es necesaria, es prioritaria, nadie quiere que el gobierno federal la abandone, que no se desgarren las vestiduras, sin embargo, el método dista enormidades de ser el efectivo. Por otro lado, el gabinete de seguridad parece no encontrar el correcto, no cuando menos como el que utilizó Estados Unidos y Europa basado en información de inteligencia para atrapar a mas de 2 mil presuntos delincuentes. La semana pasada la Unión Europea organizó otro mega operativo en el que fueron detenidos mas de 7 mil sospechosos en varios países. Los encerraron, no provocaron una masacre como la guerra frontal que en México rebasó las 23 mil muertes dolosas en lo que va del sexenio.
Algunos funcionarios cuestionan a los que cuestionamos las formas, que tan solo en retenes y fuego cruzado dejaron a 1,200 inocentes asesinados. Estos funcionarios rechazan las críticas y reclaman que no existen propuestas concretas de quienes los cuestionan. Tal vez no, ni tenemos la obligación de saberlo, pero los que trabajan en eso, si, sino que renuncien o los corran.
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