Hugo Páez
Con una pésima analogía de pollos y agua hervida, el presidente del PAN Cesar Nava no pudo explicar que el primer objetivo del PRI era desacreditar las grabaciones a sus gobernadores, para concentrar la atención de la opinión pública en la ilegalidad de haberlas hecho y difundido, y no en el contenido revelador de trapacerías electorales.
¿A quien le conviene que no se difundan las porquerías? Pues a los puercos, a nadie más. Porque los electores siempre saldremos ganando mientras se revelen verdades sobre los candidatos, sus partidos y gobernantes.
Cesar Nava tiene razón cuando afirma que con las revelación la democracia sale ganando. No la tiene cuando niega cualquier relación de su partido, su persona o su gobierno, con el espionaje.
En el programa de televisión de Brozo, nos dimos cuenta del proceder, alcances y corruptelas de René Juvenal Bejarano, uno de los operadores de Andrés Manuel López Obrador. Nadie puede negar que desnudar y transparentar la actitud de los políticos es un elemento importante en la toma de decisiones antes de emitir el voto.
Las grabaciones no son especulaciones, son hechos. Son pedazos de vida privada de personas públicas. En los casos de Ulises Ruiz, Fidel Herrera y Mario Marín, las escuchas difundidas son en mayor o menor medida, una muestra del uso perverso del poder, del tráfico de influencias y causales de delitos, según lo tasen los tribunales electorales, aunque su procedencia ilícita anula cualquier posibilidad de constituir una prueba válida.
El problema de los calderonistas es que Nava está prácticamente solo, los aspirantes presidenciales de su partido están imposibilitados para atizar el fuego de las grabaciones. Tendría que jurar públicamente que no buscará una reelección a la presidencia del PAN, para poder alinear a los grupos contrarios de su partido en la guerra electoral contra el PRI, de otra manera, el mismo fracaso de Nava es uno de los objetivos de los anti calderonistas. Por eso se ve solo en esta contienda.
Entrarle a capitalizar las grabaciones ilegales asusta a los presidenciables de su partido, sobre todo que algunos de ellos, como Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Juan Molinar Horcasitas son funcionarios federales de primer nivel y no quieren verse ligados a procedimientos ilegales. Ni siquiera los otros suspirantes como Santiago Creel, Josefina Vázquez Mota y Gustavo Madero hacen suyo el arsenal telefónico de Nava.
Desacreditar las escuchas es el un objetivo del PRI. Lograr que los medios y la opinión pública se concentren en la ilegalidad de quien las hizo y las difundió es el antídoto que le quitará fuerza al contenido de las pláticas de los gobernadores, aun cuando se trate de evidentes trapacerías con propósitos electorales.
Todos graban a todos. Cualquier político entiende esta premisa, paro en algún momento bajan la guardia y la cinta magnética registra alguna que otra perversidad. Ni de lejos lo que se oyó de Ulises Ruiz, Fidel Herrera y Mario Marín, es lo mas tramposo que han hecho, ni de muy lejos, solo que este fue un momento de guardia baja, un descuido que uno imagina no debe tener ningún político, pero ahí está, y no quiere decir que los otros 29 gobernadores, incluyendo al Jefe de Gobierno del DF, panistas y perredistas, sean un ejemplo de honestidad. Simplemente que ellos no han sido grabados, o no se han difundido sus conversaciones hasta que sean útiles. Por supuesto que una de las atmósferas más propicias para hacerlo son las elecciones, tal como lo hizo Cesar Nava personalmente en un lapsus de ingenuidad, ahora tendrá que pasar por el vía crucis legal de Purificación Carpinteyro, a menos que encuentre un ministerio público a modo, pero ahí estará la ex subsecretaria de Comunicaciones para exigir igualdad de trato, conozco su asertividad y no se va a dejar.
Recuerdo cuando Cesar Nava tomo posesión de la presidencia del PAN, pidió a sus compañeros de partido que no le exigieran ganar a como diera lugar.
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