Hugo Páez
Andrés Manuel
López Obrador hace todo lo posible por evitar cualquier ingerencia en MORENA
que provoque la creación de corrientes, “tribus”, en un lenguaje mas preciso que
describe la gestación desde la transición del Partido Mexicano Socialista en el
PRD de 1989.
El ex
candidato presidencial no pierde la oportunidad de aplastar todo lo que huela a
cortina mediática que pueda competirle, como es el caso de la legalización de
la marihuana, un tema bajo la batuta de Marcelo Ebrard en la Asamblea
Legilativa y el Senado con Mario Delgado que reforzó Graco Ramírez -convertido
en archienemigo de Andrés Manuel- en Morelos. El proyecto legislativo se
complica enormemente con el rechazo de Eruviel Ávila, la Arquidiócesis y la
posición del gobierno federal, que, en boca del Procurador Jesús Murillo Karam,
es un tema de entramado global que no se debe tratar de forma aislada, por lo
tanto, lo condena al atomizado debate internacional.
Los temores de
López Obrador no son infundados. Aún cuando su peso específico es capaz de
aglutinar a millones de seguidores, muy por encima de cualquier otro líder de
izquierda, conoce los alcances de sus pares en el PRD, PT y Movimiento
Ciudadano, y el potencial para armarle cofradías que en determinado momento
cuestiones sus decisiones y la de sus incondicionales.
Lo de Andrés
Manuel es jugar solo, la teoría le da la razón. Las organizaciones democráticas
como los Congresos y los partidos políticos organizados en células plurales,
aun cuando converjan en una misma doctrina, tienden a ser mucho menos eficaces
que las estructuras verticales. El tabasqueño no está dispuesto al desgaste en
un debate interno en su propio partido, MORENA. Las decisiones las toma él, y
si es necesario colegiar algunas, lo hará en su círculo rojo o con sus
asesores.
EN México el
ejemplo es claro: la ineficacia en el Congreso provocada por el choque de
fuerzas paralizó a Vicente Fox y Felipe Calderón, lo que obligó a Enrique Peña
Nieto a la construcción de un espacio de acuerdos llamado Pacto por México.
Pero también
se equivoca. El ex candidato dilapidó el 30% de su capital político en el
Plantón de Reforma en el 2006 y adolece de soberbia al subestimar a sus
compañeros que lo apoyaron en el 2012, además de persistir la sospecha de
instigar las protestas violentas de anarquistas y derivados del #YoSoy132.
Tendrá que
probar atracción de masas el 8 de septiembre en el Zócalo capitalino al
arrancar “La defensa del petróleo”, de otra forma, sus mismos compañeros de
izquierda, a los que mandó por un tubo, se encargarán de materializar el dicho:
los peores enemigos son los ex amigos.
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