Hugo Páez
Sin
importarle la connotación homofóbica y discriminatoria, el Papa Benedicto XVI
emitió un documento donde cierra la posibilidad de que los homosexuales sean
ordenados sacerdotes y los seminaristas con esa preferencia sexual deben ser
retirados de las instituciones de educación religiosa.
Las
escandalosas cifras de clérigos “gays” en Estados Unidos, con un 60% de los
ministros de la Iglesia Católica, provocó la alarma de Ratzinger y ordenamiento
de medidas restrictivas que exigen a los superiores la expulsión de los estudiantes
religiosos con tendencias homosexuales, si estos no asumen en conciencia que
deben retirarse, ya que por su condición no son aptos para acceder a las
ordenes sagradas.
La medida de
tabula rasa es proporcional a las brutales tormentas de escándalos en la
Iglesia Católica, y en consecuencia provocan reacciones inéditas en el tema. En
la primera semana de junio, el Papa Francisco alentó a los religiosos a seguir
adelante con la cruzada anti gay al interior de la Iglesia, aun cuando hubiese
sanciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antes Santo Oficio y
Santa Inquisición).
Como buen
jesuita, Jorge Bergoglio asume estas empresas sin miedo alguno. La natural
rebeldía de la orden le permite superar obstáculos de las estructuras de
tribunales, órganos colegiados y dicasterios de la iglesia católica, que
algunos vaticanólogos han catalogado como el fin de la luna de miel del Papa
Francisco con la curia de la Iglesia Católica.
Mientras las
reglas se endurecen para continuar con el proceso de depuración iniciado por
Joseph Ratzinger, en México la crisis de inseguridad y la incapacidad de
alcaldes de Nuevo León y el gobernador de Chihuahua, Cesar Duarte, dan un giro
religioso al discurso público, violatorio de la Constitución, pero además
permitido por una inusual tolerancia de la autoridad regulatoria, en este caso
la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría
de Gobernación encabezada por Mercedes del Carmen Guillén Vicente, en otros
tiempos impensable.
El retorno a
los cielos revienta la tesis de que a mayor avance de la ciencia, el
conocimiento y la educación, mayor distancia de la religión. En sentido
contrario, aparece el renacimiento de sociedades con necesidades espirituales.
Un amigo
experto en religión me hizo una observación: “A mayor crisis económica y de
inseguridad, mas fieles encontrarás en las iglesias”.
La
revolución desatada por Jorge Bergoglio habla claramente de una iglesia a nivel
del pueblo, abierta, accesible a los débiles, que da esperanza cuando hay
desesperanza, que puede ser el kernel del discurso de Margarita Arellanes en la
alcaldía de Monterrey, del presidente municipal de Guadalupe Nuevo León o de
Cesar Duarte en la gubernatura de Chihuahua.
Posiblemente
estemos ante una tolerancia intencional en el gobierno de Enrique Peña Nieto
para superar los tabúes históricos de su partido y aceptar la realidad que sus
correligionarios históricos negaron en público, y profesaron en privado. De ser
así le tocará enfrentar a los ortodoxos que presionaron al Congreso hasta
agregar a la definición de República Mexicana la palabra “Laica”.
Como
siempre, el riesgo es el abuso político electoral del tema. La tolerancia de la
Subsecretaria Mercedes del Carmen Guillén Vicente podría desatar una ola de
discursos divinos, prometiendo a los ciudadanos soluciones de gobierno
celestiales, de lo que no pueden lograr con sus recursos terrenales. El engaño,
pues.
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