Hugo Páez
Con mucha seriedad, mente abierta y creatividad tendrá que revisar Enrique Peña Nieto la posibilidad de legalizar la producción, distribución y consumo de marihuana, a pesar de la posición conservadora, reforzada por el asesor colombiano Oscar Naranjo.
Mas allá de la necesidad de un estudio a profundidad del impacto en México, al legalizar el uso recreativo en los estados de Washington y Colorado, la tendencia parece irreversible y alenatadora para otras entidades que permiten el uso medicinal, que en los hechos es una legalización disfrazada con estrictas medidas de producción y venta.
En los estados de la Unión Americana que someten a consulta este tipo de reformas estudiaron los alcances del fenómeno en todas sus perspectivas, y la decisión de someterla a votación es por el crecimiento gradual en su aceptación, sin embargo la práctica dirá que tan acertada fue la teoría. Los asesores de Peña Nieto deberán ver en el giro inesperado una oportunidad que abre una puerta para atenuar el problema de violencia provocada por los cárteles de la droga, sobre todo que el inicio de la despenalización viene del principal mercado de consumo.
Felipe Calderón puede platicarle a Peña un viejo miedo creado por el supuesto de que una vez legalizada la marihuana, los grupos del crimen organizado dedicados al tema buscarán alternativas delictivas como la extorsión, el secuestro y el robo.
Es la tesis mas socorrida por los estrategas de Calderón, con ella explican las crestas, los altibajos de la violencia, y la lenta disminución que por semanas brinca todo lo ganado.
La legalización en los dos estados tienen la ventaja de poner el laboratorio de pruebas en Estados Unidos, si es que el presidente Barak Obama no aplica una ley federal que define a la marihuana como una droga ilegal, y con esa atribución suprime a las estatales. Pero de seguir por la libre el uso recreativo permitirá estudiar un escenario en tiempo real que ayude a trazar soluciones, aunque para algunos analistas internacionales la presencia del general Oscar Naranjo en el equipo de Peña Nieto significa la permanencia de una posición conservadora, contraria a la despenalización de las drogas.
Seguramente a Felipe Calderón le ocurrirá lo que a sus pares Ernesto Zedillo y Vicente Fox Quezada: una vez fuera de la Presidencia de la República y sin los riesgos de una decisión que podría resultar catastrófica, relajan su posición al grado de recomendar la despenalización.
Desde la barrera todos son intrépidos, pero con el báculo en la mano nadie quiere ser acusado de alentar el consumo, de desatar un problema de salud pública incalculable, tal como lo hace el consumo de alcohol, la droga legalmente aceptada, provocadora de mas muertes directas que cualquier otra.
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