Hugo Páez
Tres puntos quedaron claros en medio de la confusión que provocó la retirada de Andrés Manuel López Obrador de los partidos de izquierda. Primero, que no apoyará a algún otro candidato presidencial; segundo, que tendrá mas de cinco años para chupar el capital político del PRD, PT y Movimiento Ciudadano; tercero, que será candidato presidencial en el 2018.
Allá de aquellos deseosos que piensan en el debate futuro, en lo que le conviene o no a la izquierda. Los pasos de López Obrador están marcados en las mismas rutas, para saber a donde va.
Un buen amigo, conocedor de las izquierdas, de sus tribus, de sus alcances y naturaleza, responde a la premisa que habla de la gran oportunidad que se presenta a las fuerzas políticas encabezadas por el PRD en el 2018, a consecuencia de la terrible crisis del PAN, relegado del primero al tercer lugar en el sexenio de Felipe Calderón.
La respuesta es directa: “Tendremos una gran oportunidad si somos inteligentes”, la división se considera un suicidio.
El domingo en el Zócalo se dio el adelanto del suicidio al promover una consulta cosmética para convertir a MORENA en partido.
La maniobra de Andrés Manuel es una bofetada en el rostro de Marcelo Ebrard y Miguel Mancera. El Jefe de Gobierno se prestó a la encuesta en la precandidatura, a pesar del sabor a montaje. El acuerdo no escrito comprometía a respetar el futuro del segundo lugar, no para ser el único apostador de la izquierda en el 2018, sino para ser apoyado por el precandidato ganador, en este caso López Obrador.
Sin embargo Andrés Manuel no quiere ver nadie a su altura, sin importar el daño a la izquierda, que durante 23 años fue avanzando desde 5 millones votos hasta los 15 millones obtenidos en la última presidencial. Pudo escalar a un segundo lugar por dos sexenios consecutivos, y a mantener con un gran margen la capital de la república.
Habrá que ver si el ex candidato presidencial puede mantener los 15 millones de simpatizantes e inyectar el plasma del PRD, PT y Movimiento Ciudadano a MORENA. Es un cálculo atrevido, que de lo lograrse, los condenará al fracaso.
Dividir la fuerza de la izquierda tendrá repercusiones, debilitará sus bancadas en el Congreso y Acción Nacional tendrá una nueva oportunidad de escalar a segunda fuerza en la elección intermedia del 2015, en preparación para el 2018.
Pero sobre todo, sobre los planes a futuro de López Obrador, la ruptura del domingo en el Zócalo baja presión a Enrique Peña Nieto. La resistencia civil y el negarle reconocimiento pasó a segundo plano, dio el carpetazo y confundió mas a los simpatizantes que no está en el umbral radical.
Ya sin ningún compromiso, las tribus mas alejadas de su feligresía tomarán posiciones con toda libertad y sin reclamos de infidelidad.
Pero el apoyo de Andrés Manuel es fundamental para los candidatos de izquierda, desde ahora los proscribe y va solo, sabedor de que sin él están perdidos. Esa es la tesis de su narcisismo.
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