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jueves, 27 de enero de 2011

Engañaron al Papa con el obispo de San Cristobal de las Casas

Hugo Páez

En una de las oficinas del Papa en la Santa Sede, cercana a la catedral de San Pedro, Juan Pablo II dió un manotazo en la mesa y dijo molesto “¡¡¡Yo no firmé eso!!!”.
Sus interlocutores eran el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano Luis Morales, el obispo Sergio Obeso y el cardenal Adolfo Suárez Rivera, originario de San Cristobal de las Casas. Los tres prelados mexicanos habían pedido audiencia para preguntar cual era el motivo por el que fue nombrado Felipe Arizmendi, Obispo de San Cristobal, y no Raúl Vera como se espera de quien funge como coadjutor.
La salud de Karol Wojtyla en mayo del 2000 estaba muy deteriorada, las decisiones eran tomadas por por sus auxiliares sin enterarle de muchas de ellas y de ahí salió la firma apócrifa que hizo a un lado al aguerrido obispo Raúl Vera, coadjutor desde el 4 de octubre de 1995.
Bastaron unos meses para que el conservador obispo Vera se convenciera en carne propia de la terrible injusticia que vivían los indígenas chiapanecos, y de la heróica labor de Samuel Ruiz García, también de corte conservador en 1960 a su llegada a San Cristobal. Ruiz tomó conciencia rápidamente de la infamia contra los fieles mas pobres de México, atrapados en un régimen de encomiendas donde no dudaban en colgarlos de los dedos a la menor falta.
A 4 años y ocho meses de ser nombrado coadjutor se consumó la conspiración contra Raúl Vera, fue desplazado por intrigas de los Legionarios en la curia romana encabezados por el padre Marcial Maciel. Juan Pablo II no pudo anular el nombramiento de Arizmendi sin provocar un escándalo mayor. A la postre, el nuevo obispo se convenció del trabajo del “Tatic” Samuel y aun contra el ordenamiento del Vaticano sigue ordenando diáconos como parte de la piedra angular evangelizadora.
Ninguna ilegalidad, ninguna inmoralidad y ninguna falta evangélica había contra Samuel Ruiz. Gobiernos, caciques, autoridades y Vaticano tuvieron que soportarlo durante 40 años, sin embargo, una mañana, el presidente Ernesto Zedillo mandó llamar a Los Pinos al cardenal Corripio Ahumada, Arzobispo de México, para decirle: "Aquí en la sala de al lado está el obispo Samuel Ruiz, y hay una orden de aprehensión". Ante las palabras del presidente de la república, Corripio le contestó que conocía a detalle el trabajo del Obispo de San Cristobal, que avalaba su integridad, congruencia, labor social y pastoral con los pueblos indigenas, y que si ejercía la orden de aprehensión, tendría serios problemas con la iglesia católica en México y el Vaticano.
El alarde de Zedillo no fue mas allá del discurso reiterativo. “Teología de la violencia” le llamaba al trabajo de Samuel sin mencionar el nombre del sucesor de Fray Bartolomé de las Casas, quien llegó a tierras chiapanecas en 1545 para enfrentarse a una realidad que no ha cambiado mucho a través de 400 años.
Samuel hizo suyo el dolor de esa infamia sin pronunciar palabras altisonantes, con un envidiable estilo relajado y sin abandonar la paz reflejada en el rostro. A un gran amigo mio le comentó “Cuando la injusticia deja de dolernos es que somos parte de ella”.
El obispo emérito de San Cristobal de las Casa se fue sin presenciar la gran injusticia de los medios de comunicación que dieron mucho mas cobertura televisiva a la captura de José Jorge Balderas, alias el "JJ", mientras que su muerte fue un suspiro sin crédito y sin emoción.
Se puede o no estar de acuerdo con El Tatic, pero es innegable su participación en la historia del México moderno. La aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional cambió el rumbo del país aun cuando a distancia parece una pálida sombra del impacto que provocó el 1 de enero de 1994.
El martes 25 del enero pasado, un día después de su muerte, los periódicos parecían querer olvidarlo, la esperada portada de La Jornada privilegió las palabras e imágen de Hillary Clinton, sobre el émerito de San Cristobal a quien mandaron a un costado, mientras las televisoras inician el bobardeo con mierda importada en los programas de Laura Bozzo y Niurka Marcos. Gobiernos y medios sintonizados en la misma frecuencia en la era del raiting.
Las imágenes son testigos de su herencia: la comandancia indigena del EZLN en el Congreso alzando de viva voz las demandas de sus pueblos. Inimaginable sin Samuel las pláticas de paz en San Andrés Larraizar que acaparó la atención mundial. Inimaginable sin el obispo que el gobierno destinara programas de asistencia social al las comunidades mas apartadas, inimaginable sin él las organizaciones no gubernamentales (ONG) que se crearon alrededor del movimiento indígena.
Samuel Ruiz García prestó su colaboración como mediador en varios conflictos latinoamericanos. En el año 2000 fue distinguido con el Premio Simón Bolívar de la Unesco por su especial compromiso personal y su papel de mediador, contribuyendo así a la paz y al respeto de la dignidad de las minorías. En el 2001 recibió el Premio Internacional de Derechos Humanos de Núremberg, por su infatigable defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas de Chiapas durante más de dos décadas. Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad Iberoamericana. En 1997 recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Barcelona y en abril de 2008 es nombrado por el EPR mediador junto con otros intelectuales mexicanos ante el gobierno federal.
Tal ves se necesiten años o siglos para ponderar el peso de la historia, tal como sucedió con los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos que sirvieron de personajes en los festejos bicentenarios. Tal vez se necesite llegar a otra centuria para que la televisión cree novelas especiales sobre su obra, y el gobierno grandes festejos. No hay otra interpretación, me niego a pensar que el gobierno federal trató de minimizar la historia para evitar un nuevo impulso de la izquierda radical o el surgimiento de un neo zapatismo.
Recuerdo una tarde en 1997, mi hija Andrea de cinco años y yo veíamos televisión, en un corte informativo salió una nota sobre el EZLN con el subcomandante Marcos encapuchado y otros miembros al lado de Samuel Ruiz, Andrea como un reflejo exclamó: "esos quieren destruir a México", en ese instante me di cuenta de la penetración de la propaganda gubernamental contra el movimiento indígena. Evidentemente en la escuela Andrea había oído que los encapuchados querían destruir al país. Mi primer impulso fue preguntarle "¿quien te dijo eso?", no supo contestarme, siguió tan apartada del tema como cualquier infante, sin embargo, la reacción fue tan reveladora, como la magnitud del esfuerzo conjunto de medios de comunicación y todas las instancias del gobierno de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, para desacreditar la lucha a favor de los indígenas.
El levantamiento marcó nuevos tiempos y la vulnerabilidad de un partido de estado enquistado por mas de 60 años, un paso mas hacia la democracia y las posibilidades de cambio.
La muerte del "Tatic" trae muchas sorpresas, la mas vergonzosa: el magro reconocimiento, la mas extraña e irónica: mientras Hillary Clinton se llevó la nota principal, Samuel quedó en una simple llamada al día siguiente de su muerte.

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