Hugo Páez
El hartazgo del ciudadano común al ver la masacre que rebasó las 30 mil muertes dolosas en el sexenio, y llegó a 15 mil 276 en el 2010, -según el gobierno federal- a causa de la guerra contra el crimen organizado, fue la causa de la buena respuesta a la campaña NO + SANGRE que propuso uno de los caricaturistas mas agudos del periodismo mexicano, Eduardo del Río “Riuz”.
En esta columna, desde el inicio de las operaciones que entre otras cosas comprometieron la imagen del ejercito al sacarlo a las calles a realizar trabajo policiaco en acciones civiles, he criicado constantemente el método, la improvisación, corrupción e incompetencia de los tres niveles de policía: municipal, estatal y federal, sin embargo, debemos reconocer que como en cualquier planteamiento y operación para solucionar un problema que nunca se planteo en todas sus dimensiones, como lo hace el gobierno de Felipe Calderón, y en consecuencia, no hay una experiencia válida que aplique ya que la suma de las acciones de corto alcance anteriormente implementadas no construyen un método eficaz de gran alcance, en esta saga, nos damos cuenta que el alto grado de penetración del crimen organizado en el país es la suma de muchos factores entre los que destaca la arraigada subcultura de la ilegalidad.
No queremos asumir y hacer conciencia plena que debemos extirpar esta forma de vida que fue adoptada como una vía corta para solucionar problemas cotidianos, pero al mismo tiempo construyó una gran subcultura que sirve de base para la aceptación social del delito, que a escalas mayores deriva en crimen organizado.
La historia de México es la historia de la tolerancia a la corrupción política. Grandes antihéroes desfilan en esta pasarela que llega al clímax en la figura de Alfonso "El Negro" Durazo. Estos personajes no debieron existir y no deben regresar, sin embargo la cultura de la ilegalidad penetra a todas las escalas y la vivimos a diario en la impunidad de los microbuses, tianguistas, la corrupción sindical y todos los procesos judiciales plagados de filtros corruptos que se abren y agilizan con dinero.
En la historia del México moderno es inédito el baño de sangre en las dimensiones del sexenio de Felipe Calderón, y también el compromiso tan profundo de un presidente de la república a pesar de los resultados violentos, sin precedentes, que en el 2010 sumaron en ejecuciones lo de los tres años anteriores.
Tiene razón Riuz al pedir NO + SANGRE con un magnífico slogan, sin embargo las imágenes del Mexico rojo pueden ser producto del método, de la ineficiencia de las autoridades de seguridad pública o de una estratégia de cárteles para inducir al terror. En Vietman las tropas de Estados Unidos optaron por la retirada, en Irak hay una estrategia para dejar el territorio paulatinamente, pero en una guerra se libra al interior, bajar la guardia es rendirse ante el crimen, a pesar de la urgencia por cambiar el método.
Al discurso político de oposición le conviene olvidar que somos un país de grandes carencias y tenemos que arreglarnos con lo existente: malos mestros, malos policías, malos profesionistas en muchas áreas, malos funcionarios y una realción insidiosa con Estados Unidos que propicia la proliferación de armas y no puede evitar el consumo de drogas que impulsa un mercado gigantesco que naturalmente pasa por su frontera más próxima con los países de centro y sudamérica, productores de estupefacientes, igual que ellos en marihuana.
Calderón reinició los Diálogos por la Seguridad en el Campo Marte, no es otra cosa que replantearse el problema en el quinto año de su sexenio, e involucrar a todos los sectores de la sociedad y el estado mexicano. El problema le prescedió y va a trascenderle, cuando menos en el próximo sexenio. Opositores como Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto afirman que de llegar a la presidencia de la república seguirían en la lucha contra el crimen, si no en los mismos términos, con los mismos ánimos.
El costo para el partido del presidente es tremendo, la persepción de inseguridad rebasa todos los tiempos, el tema electoral es tema de persepciones, pedir al gobierno federal como premisa principal que no se derrame mas sangre en la lucha contra el crimen organizado es invitarlo públicamente a tomar una actitud pasiva que seguramente faforecerá a esa persepción, invaluable en las elecciones, pero postergará el problema y quizá lo potencie dando espacio y tiempo a las bandas que les permita reorganizar sus operaciones.
Un método poco eficiente debe estar siempre a revisión, en constante rediseño de acuerdo a la jerga ingenieril, aunque sea la única opción a causa de las grandes carencias del país. Pedir NO + SANGRE es una tentación para un volantazo político, insisto, la intensión es legítima, sin embargo deberíamos cambiarla por un reclamo mas a fondo: NO + ILEGALIDAD.
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