Hugo Páez
• ¿Imprudencia la operación de Gómez Mont en ausencia de Felipe Calderón?
• ¡Wau, que no se fusione la Marina con el Ejército, capturaron a Arturo Beltrán Leyva!
Un mal año, dice Felipe Calderón. Un año que para el Secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont significaron 12 kilos más a su sobrepeso. 365 días llenos de problemas que se traducen en tensiones y lo llevaron al quirófano. Es el segundo hombre del país en ausencia del presidente de la República, según un documento del Instituto de Ciencias Jurídicas de la UNAM que propone una lista de cinco sustitutos, ante el vacío legal que prevalece; el quinto de la lista es el Secretario de Economía, los jurístas no incluyen a los militares secretarios de la Defensa Nacional y de Marina.
Internar a Gómez Mont en ausencia del presidente Felipe Calderón parece una imprudencia ó una urgencia que no podía ser postergada. Me inclino por la segunda, aunque la época decembrina donde se bajan cortinas de asueto es el tiempo ideal para una convalecencia menos turbulenta, en la mar de broncas nacionales en que navega Gómez Mont.
Un mal año que parece terminar con un triunfo de la talla de la muerte de Arturo Beltrán Leyva, el jefe de un cartel importante del crimen organizado, en medio de una guerra que hastía a los mexicanos y dejará siete mil mexicanos ejecutados en el 2009. Un camino sinuoso que parece orientado a satisfacer las necesidades de Estados Unidos en el combate a las drogas. En esa lógica México debería implementar el plan Shangai, emulación del plan Mérida, para ayudar a que China combata la piratería en su tierra y que no llegue a nuestro país, como nosotros lo hacemos con los cárteles de la droga para que no la consuman los gringos.
Un mal año para decenas de millones de mexicanos hundidos en extrema pobreza, no para los Forbes mexicanos, que también los hay, ni para los optimistas como yo, que me basta voltear por la ventana y ver una triada de barcos que parecen guías en la oscuridad del océano; en la tele suena la guitarra de Simon; Garfunkel impregna con sus profundos ojos el Madison Square Garden en un espléndido concierto Rock Hall of Fame 2009 en el Madison Square Garden, al que saltan Bono, Paty Smith, Bruce Springsteen, Mick Jagger; tres canales adelante, descubren a Daniel Baremboim en el éxtasis de una sonata de Beethoveen, acariciando un Steinwey negro de cola. Tenía razón Mozart cuando franqueó la puerta a sus amigos para mostrar al joven Ludwin: “un genio que hará maravillas en la música”. El pecho del profeta es tan grande que su frase debió ser grabada en las tablas de Moisés. Un punto once que al decálogo de Felipe también abría dado credibilidad para librarse del corset que nos impone el sistema decimal, el métrico que tiende a sumar algo que imaginariamente faltó, ó a quitar algo que imaginariamente sobró. La capilaridad que recorre la molécula de agua para llegar a la orilla. El vulgar redondeo pues.
Barenboin, Garfunkel, Bono y Jeaguer sincronizan armonía con las olas de la playa Erald Bay mazatleca; veo la gota que según las tesis neo científicas tardará 10 mil años en llegar al otro extremo del mar, una distancia mayor a cien generaciones del homo sapiens, tan desesperado desde siempre por definir fechas de conclusión, que en este mal año mexicano, faltó en la lucha contra el crimen organizado que superó a los 7 mil asesinatos, y como efecto colateral, empacó la frase “vamos ganando” en las maletas de Eduardo Medina Mora rumbo al Reino Unido. Como nunca, el 31 de diciembre vamos a apresurar las uvas para decir adiós al mal año.
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