Andrés peor que Trump: Fiscalía a modo, falta de contrapesos y presidencialismo envidiable
Hugo Páez
Se equivoca el periódico The Washington Post.
A la comparación de la letalidad de Donald Trump con Andrés Manuel López Obrador le faltó el contexto de los disímbolos escenarios de Estados Unidos y México en materia de autonomía de poderes, equilibrios de fuerzas y contrapesos de instituciones. Una muestra es el Congreso norteamericano, la bancada republicana ha frenado algunas de las locuras del sucesor de Barack Obama.
No obstante, las locuras del candidato no fueron frenadas en las urnas, ahora peligran los 240 años de democracia que paso a paso se fue consolidando. No hubo forma de convencer a los indignados norteamericanos del centro y del sur profundo del país, de la tormenta que les acechaba y seducía con adulaciones demagógicas.
Trump se rodeó de aduladores de ultraderecha, a López Obrador no le bastaron los de izquierda, acogió a una corte variopinta y lisonjera del centro, derecha y partidos rémora, con figuras impresentables, ‘purificadas’ con indulgencias que de pronto vieron en el líder las bondades que antes eran atrocidades.
Sin embargo, lo imperdonable, a partir del huracán que se acerca a costas mexicanas, si NO lo impiden Ricardo Anaya Cortés, José Meade Kuribreña y Jaime Rodríguez Calderón, es la mezcla de intereses que impidieron la autonomía real de organismos y colegiados federales, cuya naturaleza es garantizar la aplicación estricta de normas, sin presión o jetatura alguna.
El autoconvencimiento del PRI por mantener la presidencia de república, y posteriormente los acuerdos de perdón y amnistía con Andrés Manuel, cimentaron un muro de contención para evitar la creación de la Fiscalía General de la República totalmente autónoma, y de igual forma la puesta en marcha de la Fiscalía Anticorrupción, sin ninguna liga con el Ejecutivo o algún otro poder, ni nexos jerárquicos entre ellas mismas.
La PGR de Alberto Elías Beltrán es un ejemplo más de la falta de autonomía y el uso faccioso de las instituciones encargadas de impartir justicia. Con este funcionalismo al servicio del Ejecutivo, la bancada de Morena de Manuel Bartlett y de Rocío Nahle en Senadores y Diputados jugaron la partida del PRI, para garantizar a López Obrador el uso maleable y dependiente de la Procuraduría, y así apretar donde él quiera, y perdonar a propia voluntad.
No hay forma de forma de explicar la autonomía real de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, si el nombramiento de los ministros se los deben al presidente en turno.
No habrá autonomía de la Comisión Federal de Competencia, en la Comisión de Federal de Telecomunicaciones y todos los organismos similares, si estos nombramientos son fruto de ternas inducidas y trueque de favores con las bancadas dominantes en el Congreso.
No habrá autonomía si Hacienda ejerce la fuerza facciosa y coercitiva con el presupuesto de los estados, como lo hizo José Antonio González Anaya y Vanessa Rubio -ahora fiel coordinadora de oficina de José Antonio Meade Kuribreña- contra el gobierno de Chihuahua de Javier Corral Jurado, a cambio de negociar, sin éxito, la justicia contra el ex gobernador César Duarte Jáquez, el ex Secretario General Adjunto del PRI Alejandro Gutiérrez Gutiérrez y sus secuaces.
En ningún momento México puede comparar su equilibrio de poderes, con EUA, cuando el entonces Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong freno la justicia contra los gobernadores priistas: de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa; de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo; y de Chihuahua, César Duarte Jáquez, hasta que perdieron las gubernaturas para su partido. No tenga la menor duda que en caso de haber ganado el PRI en sus estados, estos infames ladrones serían tratados como prohombres del partido, en pleno goce del botín saqueado.
Peor aún, los gobernadores efectivos a la hora de las urnas, viven en total impunidad en el Shangri-La de esa justicia que volteó el rostro hacia otro lado. De estos casos hay decenas.
Por eso se equivoca The Washington Post cuando compara a Trum con López Obrador: “Por ahora muchos mexicanos están menos preocupados sobre las malas relaciones con Estados Unidos que por la posibilidad de que López Obrador lleve al país de regreso a las fallidas políticas estáticas de 1970’s, o peor; al catastrófico socialismo del siglo 21 de Venezuela. Algunos de sus asesores se dice que son cercanos a los gobiernos de Cuba y Venezuela, pero como se acercan las elecciones, López Obrador ha mostrado tendencias más centristas”.
La simulación es real, y a falta de equilibrios de fuerzas y autonomía de poderes, de instituciones y organismos, los grandes corporativos le tendieron alfombra roja a López Obrador, como Televisa a través de Marcos Fastlicht Sackler, suegro de Emilio Azcárraga Jean, y TV Azteca con Esteban Moctezuma Barragán, ex presidente de Fundación Azteca. Los dos en el equipo del candidato de Morena.
El rotativo de Washington afirma: “Si los mexicanos eligen a López Obrador, serán como los votantes de Estados Unidos que apoyaron a Trump, acabando con el estatus quo sin tener un sentido confiable sobre el reemplazo”.
Esta incertidumbre mantiene nerviosa a más del 60% de la población, pero ya quisiera Donald Trump al presidencialismo mexicano para concretar sus locuras prometidas en campaña, para insacular más el racismo y la división de los ciudadanos norteamericanos con el populismo de ultraderecha, pero sobre todo, para que en un momento de capricho pueda perpetuarse.
En realidad, Trump debe morir de envidia de Andrés Manuel.
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