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miércoles, 23 de mayo de 2018

    
El narco, el crimen, y Nestora, engallados con la amnistía de López Obrador
    
Hugo Páez
 
Basta con revisar los números de la violencia para entender el efecto que tuvo en el crimen organizado, el anuncio de la amnistía de Andrés Manuel López Obrador.
Promesa que aún con el malabarismo explicativo de Tatiana Clouthier, de Alfonso Durazo, de Yeidckol Polevnsky y Germán Martínez, los cárteles y las bandas del crimen organizado lo entienden como “perdón”, como borrón y cuenta nueva, aún cuando la experiencia internacional habla de un detonador brutal en la impunidad, como efecto de suavizar la acción del Estado contra los delitos de alto impacto.
Los cercanos al candidato presidencial de Morena hablan de la libertad de pensamiento y posturas públicas de los integrantes de su equipo, sin embargo, en el tema del combate al crimen organizado NO puede haber claroscuros, indefiniciones y solamente atacar el problema de forma preventiva, cuando el cáncer está en grado 4.
El asesinato de decenas de candidatos de casi todos los partidos, inclusive regionales, de estudiantes, tiroteos brutales en Reynosa Tamaulipas, Guadalajara, el horror diario en Guerrero, y el atentado el martes contra el ex Fiscal General de Jalisco Luis Carlos Nájera Gutiérrez, provocando muerte y heridos colaterales, amerita mucho más que generalidades.
Los electores merecemos el respeto de conocer a fondo el proyecto anticrimen, con el mayor detalle posible, de López Obrador, de Ricardo Anaya Cortés, de José Meade Kuribreña y Jaime Rodríguez.
No es un tema donde se permitan imprecisiones o divergencias de opiniones en un mismo equipo, como la atmósfera de libertad de posturas de la que se habla en Morena. Un ejemplo entre decenas son los pronunciamientos de Paco Ignacio Taibo II respecto a las reformas y la gobernanza por decreto, y el posterior desacuerdo de AMLO y Tatiana.
Otra son las reuniones de miembros del partido con las células bolivarianas de Nicolás Maduro, cuando Andrés Manuel se afana acaloradamente por desmarcarse del gobierno chavista de Venezuela.
El embrollo más reciente es el debate sobre la inocencia y presunta trayectoria delictiva y de violación a los derechos humanos de la candidata a senadora por Guerrero, Nestora Salgado, con origen en los grupos de autodefensa de Olinalá, con acusaciones directas de secuestro, privación de la libertad, infamias como la “reeducación” de personas al estilo estalinista, y violación a DH hecha por el presidente de la CNDH Luis Raúl González Pérez.
El 2 de diciembre del 2017, en Quechultenango Guerrero, territorio controlado por el cartel de Los Ardillos, López Obrador señaló: “Hay que hablar con los mexicanos, con todos, y hay que plantearles de que necesitamos la paz y que todos podemos ayudar a que haya paz en el país … Vamos a explorar todas las posibilidades, desde decretar una amnistía, escuchando también a las víctimas, hasta exigir al gobierno de Estados Unidos que lleve a cabo campañas para aminorar el consumo de drogas”, y el 8 de diciembre lo ratificó en Oaxaca.
La palabra es responsabilidad, y en boca de un candidato presidencial se traduce en proyectos de nación, por eso la irresponsable ligereza debe ser un reclamo de los electores, por todos los medios al alcance.
Más allá de los debates, el combate al crimen organizado necesita compromisos a fondo de los candidatos, de organismos autónomos, de separación de poderes, la Fiscalía General y la Anticorrupción, totalmente autónomas.
Nestora Salgado es un caso grave problema que tendrá que resolver López Obrador.
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