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miércoles, 25 de abril de 2018

    
Corrupción moral, de la amnistía criminal de AMLO a la barbarie de El Bronco
   
Hugo Páez
 
El humor involuntario llega a niveles de placer morboso, al ver a Tatiana Clouthier Carrillo, Yeidckol Polevnsky, Germán Martínez Cázares y Olga Sánchez Cordero, explicar lo inexplicable de la amnistía a criminales de Andrés Manuel López Obrador.
El ex presidente del PAN da su versión conceptual y cita una frase del obispo de Chilpancingo - Chilapa Salvador Rangel de que algunos de esos fieles son ‘rescatables’, Mientras Clouthier hace malabares para explicar el ‘perdón’ a los imperdonables, diciendo que NO es perdón, y la ex ministro Olga Sánchez Cordero se mete en verdaderos galimatías para darle justificación jurídica a la aberración obradorista.
Al final del día la mezcla resulta viscosa, indefinida, en busca de una narrativa para contrarrestar las palabras pontificias del candidato de Morena y hacerlo menos megalómano , frente al discurso de sus opositores Ricardo Anaya Cortés, José Meade Kuribreña y Margarita Zavala.
Pero la sociología política y la historia marcan que la mayoría de los gobiernos despóticos y tiranos fueron conducidos antes por aduladores del pueblo. Es una de las facetas de la corrupción moral pública que vemos ahora en los extremos.
En un polo de estos extremos está la promesa de amnistía al crimen organizado y a su base, hecha por Andrés Manuel López Obrador. En el otro, la versión burda del Talión, de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, que para mal tino, se inscribe en la agenda del terror donde vemos en este mismo mes la ejecución brutal de seis policías en Guerrero, y la disolución en ácido, de tres estudiantes en Jalisco.
Sin embargo, ese endulzar los oídos en espera de la revancha social, ese ‘ojo por ojo’ ante la incompetencia y corrupción de la autoridad, es el motor que está dirigiendo a las urnas a López Obrador, y mete a fondo en los medios de comunicación nacionales al ex gobernador de Nuevo León.
La combinación de estridencias con adulación pública, y la competencia altisonante para ver quién tiene la última palabra, es muy redituable en este caldo de cultivo que vivimos con pasión, donde, en diferentes pistas de un mismo foro, escuchamos la declaración inaudita de la Fiscalía de Jalisco: “Los estudiantes estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado”, adereza con la posición insostenible del gobernador Aristóteles Sandoval, que provocó el levantamiento de estudiantes de la Universidad de Guadalajara en consenso con los de la UNAM.
En otra pista, está la renuncia ayer del Fiscal Xavier Olea en el fallido estado de Guerrero de Héctor Astudillo Flores, donde todavía humean las AK-47 del cártel que masacró a seis policías estatales en Zihuatanejo, con el atrevimiento de enviar al ciberespacio imágenes disuasivas e intimidantes en video, sobre la apocalipsis que vive el estado ante la pasividad de la federación, herencia de Miguel Osorio Chong, y permanencia de Renato Sales Heredia en la Comisión Nacional de Seguridad y de Manelich Castilla al mando de la Policía Federal.
Pero los estelares de esta tragicomedia se los lleva El Peje y El Bronco, uno con el perdón de la señal de la cruz en mano, y el otro con el filo del metal, en espera del delito para mutilar el miembro adecuado.
Lo dicho, de humor involuntario si no fuera tan grave, se trata de dos posibles presidentes de México.
 
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