Hugo Páez
Quince días de tensión, llanto y orgullo, centraron a la capital de la República bajo reflectores nacionales e internacionales, en un escenario dantesco y heroico, expuesto como un laboratorio que mostró lo mejor y lo peor del gobierno de Miguel Mancera Espinosa.
Indudablemente la tragedia del 19 de septiembre lascera lo que parecía un hecho consumado: el avance de Morena en la Ciudad de México.
Sin embargo, en este sorpresivo escenario de catástrofe, se dieron las condiciones para que el Frente Ciudadano por México moldee al candidato de la alianza a la Jefatura de Gobierno.
En la ruta del colapso, vi a secretarios de Mancera y Enrique Peña Nieto con la sorpresa en el rostro, como descubriendo por primera vez que cada víctima, familia o persona, libra una batalla silenciosa que no conocemos.
Aurelio Nuño es de esos rostros, pero se dedicó a lo que tenía que hacer, Miguel Osorio optó por otras latitudes después de una agresiva visita a una fábrica textil colpsada, José Meade estuvo de pasarela, y Armando Ahued, con la piel curtida en dos sexenios al frente de un ejército de médicos y enfermeras, se las arregló para reclutar a 25 mil brigadistas, como ofensiva de Miguel Mancera ante el desastre.
Hizo bien el Jefe de Gobierno en contener a los acelerados. Los tiempos de tragedia son tiempos de dolor y grandeza, donde NO caben los reflectores políticos, a pesar de que algunos vieron la oportunidad y brincaron sobre ella.
También atinó al NO desenfundarse los jeans, para una ceremonia ordinaria en el Campo Militar Uno, con la presencia del presidente y comandante en Jefe, Peña Nieto, que parecía un ritual del perdón a los almirantes del ridículo: Ángel Enrique Sarmiento y Jorge Luis Vergara, prestos en el colegio Rébsamen a las cámaras de Televisa, y humillados al final de día por las mismas.
En ese paisaje de tragedia, debe buscar el Frente Ciudadano a quien lo represente en la CDMX, ahí, entre los escombros, entre el rescate y la tarea de mantener vivos los heridos y sanos a los sobrevivientes, esos que formamos el resto de los millones de capitalinos.
Difícilmente habrá otro escenario de oportunidad política, antes del Día “D” del 2018, para los coaligados Ricardo Anaya (PAN), Alejandra Barrales (PRD) y Dante Delgado (MC). Los efectos colaterales del sismo estarán a flor de piel en la elección capitalina.
Veo cuesta arriba que otro evento debilite a Claudia Sheinbaum, como las infames tramas del Rébsamen y el Tec de Monterrey Campus Ciudad de México, que dieron la oportunidad a los electores de ver el verdadero rostro de la incompetencia, de la simulación y la corrosiva corrupción.
No sé si después de esto, Andrés Manuel López Obrador la registre en el Instituto Electoral de la CDMX, todo esos destinos de Morena están en sus manos, pero lo que es un hecho, es la diferencia marcada entre la Sheinbaum candidata, antes del 19-S, y la fallida delegada, después del Rébsamen y el Tec.
El sismo marcó la agenda política, al igual que marcó a la Marina, al oportunismo de Televisa, y a los silenciosos hombres de Mancera que hicieron lo que tenían que hacer, en un país donde raramente se da eso.
Ahí, entre cascos y tapabocas, marea de millennials, espontáneos, batas blancas, jeringas, guantes, chalecos y rostros empolvados, está el perfil adecuado.
No en la política del rollo, del partidismo que produce náuseas a esas hordas de jóvenes que pensábamos que nada los movía, y ahora vemos que ahí encontraron la empatía de un trabajo mano a mano, con esos funcionarios clave; unos como brigadistas, otros curando heridas con una sonrisa, y el puño en alto que le dice a la clase política: silencio.
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