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jueves, 13 de octubre de 2016

La llamada de El Chapo Guzmán y el despido del carcelero

Hugo Páez

“Solo déjenme hacer una llamada, una sola llamada, no pido más” fue la petición de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera el martes 16 de agosto a la autoridad penitenciaria del Cefereso No. 9 de Ciudad Juárez Chihuahua, una vez que le informaron del ‘levantón’ de sus hijos y un grupo de amigos en el restaurante La Leche en Puerto Vallarta, la madrugada del día anterior.
Le ofrecieron asistencia para presentar la denuncia e iniciar la investigación, no lo acepto. Insistió en la llamada y se la concedieron.
El carcelero que lo puso en Ciudad Juárez el 7 de mayo, Eduardo Guerrero Durán, fue cesado el viernes pasado mediante un comunicado nocturno, sigiloso, de la Secretaría de Gobernación.
Guzmán Loera hizo a un lado a las instituciones mexicanas, no denunció el plagio ni pidió ayuda a las autoridades de seguridad pública y procuraduría local y federal. La presencia de los hijos de Guzmán Loera en territorio del Cártel Jalisco Nueva Generación de Nemesio Oceguera “El Mencho”, fue calificada de imprudente, sin embargo, con la llamada a destinatario desconocido inició el proceso de negociación y liberación de sus hijos Iván Archivaldo Guzmán y Jesús Alfredo Guzmán Salazar.
Ismael Bojórquez, director del semanario Ríodoce de Culiacán, habla de la intervención de Ismael “El Mayo” Zambada como pieza clave.
Como titular del Órgano Administrativo Desconcentrado de Prevención y Readaptación Social (OADPRS), Eduardo Guerrero convenció a Renato Sales Heredia de la urgencia por reubicar al Chapo Guzmán, “Don Joaquín”, como le decían los custodios del Altiplano antes de la fuga, no obstante, al Comisionado Nacional de Seguridad no le pareció extraño que la la propuesta de la nueva prisión fuera la icónica Ciudad Juárez, un penal viejo con más de mil quinientos internos, agrupados en pandillas, entre los cuales se puede contar a un centenar afines al cártel de Sinaloa.
Antes del llamado de Miguel Osorio Chong para integrarlo a los penales federales, una vez que ocurrió la fuga del siglo en el Altiplano que le costó el puesto a directores y al Comisionado Nacional de Seguridad Monte Alejandro Rubido, al director Valentín Cárdenas y 10 funcionarios detenidos posteriormente, más la vergüenza internacional, Eduardo Guerrero, ex procurador de Hidalgo en la gubernatura de Osorio, implementó programas en los penales de Juárez, y gracias a estos, el gobernador César Duarte Jáquez logró que el Papa Francisco oficiara misa en el Cereso No. 3, anterior escenario de cruentas batallas entre bandas de narcotraficantes.
Pero algo extraño pasó, tan sorpresivo fue el traslado del Chapo del Estado de México a Chihuahua, como el despido, con todo sigilo, de Eduardo Guerrero, sustituído por José Alberto Rodríguez Calderón el viernes pasado.
Un gran temor es la esencia que mantiene alerta a la custodia del ‘capo más buscado del mundo’: la seducción del gran poder corruptor. Después de la fuga del sábado 11 de julio del 2015 y la posterior limpia en el penal del Altiplano, hasta su recaptura en Los Mochis Sinaloa el 8 de enero del 2016 seis meses después, la confianza en la custodia no regresó con el de La Tuna, Badiraguato, y en la Secretaría de Gobernación y en presidencia de la república, la radiación de la desconfianza permanece viva. ¿Qué ocurrió para despedir al responsable de readaptación social en el país..? El hecho es que el perfil bajo, la humildad y el estilo pasivo de Joaquín Guzmán Loera, mezclado con el poder corruptor del dinero, convierten del capo más buscado, al capo más temido en cautiverio.
   
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