Hugo Páez
Incapaz de tocar a Enrique Peña Nieto, ni con el pétalo de una crítica, Felipe Calderón Hinojosa encabeza la yihad contra su propio partido. En entrevistas con medios internacionales y nacionales construye la tesis de la urgencia de renovar cuadros directivos corruptos de Acción Nacional.
El propósito es apoderarse del control del partido.
La sentencia es brutal en la entrevista publicada el martes en el periódico español El País. Afirma categórico que no ve a Gustavo Madero como presidente de la república.
En contraste, a la pregunta: “¿Y a Peña Nieto cómo le enjuicia..?” responde: “Para ser un expresidente responsable, prefiero no hacer comentarios sobre un sucesor, pero le deseo lo mejor”.
El hierro de Caín puede aniquilar al hermano, pero se mantiene políticamente correcto con el adversario.
En el calendario electoral, el objetivo de Calderón es preciso: tratar de impulsar a candidatos de su grupo político, pero de no lograrlo construye las condiciones para el fracaso del líder de Acción Nacional en las elecciones del 2015.
Calderón no emerge a la vida pública en el pleno derecho de la libertad de expresión, ni en defensa de su gestión como un ejercicio de rendición de cuentas. En realidad es una apología de si mismo, un ejercicio sin sinodales, sin molestos tribunos. Un monólogo estudiado para revertir uno a uno los negativos acumulados en seis años y que llevaron a su partido a la derrota.
Su discurso versa sobre recuperar al PAN de una cofradía en descomposición, totalmente alejada de los principios del partido que fundó Manuel Gómez Morín, 75 años atrás.
Una moral totalmente ausente en el 2007 y el 2009, cuando impuso con la fuerza presidencial, a Germán Martínez y a César Nava Vázquez en el Comité Ejecutivo Nacional, este último, su ex Jefe de la Oficina en Los Pinos, demandado por PEMEX en EU por fraude en el 2002, al impedir cobrar un cheque de 102 millones de dólares de una fianza a favor de la petrolera.
En apariencia, Felipe Calderón recorre los pasos del Fox ex presidente, con dos claros objetivos: no tocar a Enrique Peña Nieto, pero si alguna pregunta ineludible lo fuerza al comentario, opta por el alabo o la suave dialéctica de la recomendación cuidada, incapaz de contrariar al Ejecutivo. Sabe que enfrenta a un poder con información letal, acumulada durante seis años.
El timing es perfecto, después de los golpes a Jorge Luis Preciado, Luis Alberto Villarreal y a Jorge Villalobos, actual titular del Comité Estratégico de Elecciones, el PAN no tiene casi nada que festejar en su 75 Aniversario, Calderón se los recuerda y envía a Margarita Zavala Gómez del Campo como figura pulcra, incuestionable, en busca de una diputación federal que la puede convertir en coordinadora parlamentaria y posteriormente en candidata presidencial, pero con el sello indeleble del calderonismo, reforzado en su aparición pública en última semana de la campaña a favor de Ernesto Cordero Arroyo.
Felipe Calderón no tiene nada que perder. Todo lo ganó gracias a su partido, pero carga una derrota que lo señala en las páginas de la historia de Acción Nacional.
Dice que no ve a Madero como presidente de la república. Una frase bajuna, traidora, tal como lanzó a su jauría contra la entonces candidata Josefina Vázquez Mota, y antepuso los intereses de su grupo, sobre los de su partido que ayer “festejó” sus 75 años y sigue con los demonios sueltos.
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