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martes, 15 de julio de 2014

Los migrantes, lo menos importante en el encuentro México - Vaticano

Hugo Páez


Una excelente oportunidad perdió el gobierno de México y la Santa Sede en el encuentro sobre Migración y Desarrollo, con la participación del Secretario de Estado del Vaticano Pietro Parolin.
El tema es de enorme profundidad del drama humano, como para usarlo de pretexto para el encuentro, ahora se sabe, previo a la visita del Papa Francisco a México en septiembre del 2015.
Contrasta con el trato de lesa humanidad que promueve el Vaticano por violación a los derechos humanos, xenofobia y la exposición violenta de los niños migrantes sin un adulto acompañante.
Los discursos fueron totalmente superficiales, Parolin habló, se manifestó por políticas migratorias que brinden mayor seguridad, acceso y servicios de salud. Perogrullo sin señalar países, nombres, ni la firmeza necesaria en la dialéctica que busca soluciones al problema.
El Nuncio Apostólico en México Christophe Pierre leyó un mensaje del Papa Francisco donde señala que frente al fenómeno de la migración hemos de escuchar la llamada de Jesús a discernir signos de los tiempos. Así comprenderemos uno de los hechos sociales que caracteriza a nuestras sociedades, con retos y promesas: la migración. Un texto de formato, afónico.
Por supuesto que no estuvo presente el padre Alejandro Solalinde ¿lo invitaron..? el defensor histórico en México de los derechos de los migrantes, incisivo, puntual, si se quiere protagonista y actor en otras causas, fue la gran ausencia que lustros atrás picó piedra cuando los miles de migrantes de Honduras, Guatemala y El Salvador eran una simple estadística molesta, carne de cañón de las bandas de tratantes, de la delincuencia organizada y de las autoridades encargadas de protegerlos, hasta que llegó la masacre de San Fernando con un primer hallazgo brutal de 72 asesinados.
El escándalo de Tamaulipas midió el apocalipsis que sufría esa parte de la humanidad silenciosa, obligada al ostracismo por la autoculpa de la ilegalidad, y, en consecuencia, provocó la reforma a la Ley de Migración en el 2011.
Se dice que Jorge Bergoglio es especialmente sensible al drama de los migrantes. Ayer la delegación de la Iglesia Católica exhibió en Palacio Nacional más atención por el protocolo, por la condecoración del Águila Azteca otorgada por Enrique Peña Nieto al enviado del Vaticano, que portar un mensaje claro, firme, profundo, sobre el drama de sus fieles en tránsito a un país al norte del Río Bravo que les cerró las puertas y nos dejó con el problema a cuestas.
El cuorum era impresionante, la voz, débil, a pesar de la presencia de los cardenales: el presidente de la CEM Francisco Robles, el Arzobispo Primado de México Norberto Rivera Carrera; el titular de la CELAM Carlos Aguiar Retes, la subsecretaria de Gobernación Mercedes Guillén Vicente y el director del Instituto Nacional de Migración Ardelio Vargas, con la participación de cancilleres de países latinoamericanos que se dedicaron a pedirnos trato humanitario para sus paisanos sin exponer los terribles problemas que los expulsan de sus países, y sin proponer remedio alguno.
Insisto, se perdió una gran oportunidad.

El Secretario de Estado del Vaticano Pietro Parolin y el presidente de México Enrique Peña Nieto
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