Hugo Páez
El arraigo de José de Jesús Reyna es la prueba de las constantes quejas de Felipe Calderón Hinojosa en el sexenio pasado: los gobernadores son los grandes muros de contención donde se topa la lucha contra el crimen organizado.
El Secretario de Gobierno de Michoacán no es el único acusado de nexos con los capos, Sinaloa, Tamaulipas, el Estado de México Morelos y Guerrero, por citar los más destacados, deben ser medidos con la misma vara de Jesús Murillo Karam y Monte Alejandro Rubido, Procurador y Comisionado Nacional de Seguridad.
La encomienda federal a Alfredo Castillo y Damián Canales en Michoacán y el Estado de México es otra prueba de la desconfianza en los gobernadores. Antes de la llegada de los coadjutores de los gobernadores parecía imposible la detención de capos en Michoacán y el arraigo del Secretario de Gobierno, desde adentro. Igual de “infructuosa” fue la búsqueda de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera por las autoridades Sinaloa, a pesar de que el operativo de la Marina en el condominio Miramar de Mazatlán, y antes en la zona conurbada de Culiacán, fue tan simple como una acción de cualquier policía local.
“No habrá impunidad de funcionarios” declaró Enrique Peña Nieto después de la captura del Chapo Guzmán Loera, sin embargo la estructura de complicidades políticas permanece intacta en Sinaloa, y por si fuera poco persiste un ambiente de tolerancia a la intimidación, con la explicación oficial de que se tratan de delitos comunes. Ahí está la versión de Adrián López, director general del periódico Noroeste de Culiacán y del magistrado Miguel Ángel Velarde Ramírez. No hubo robo de autos, dinero, celulares o joyas, simplemente sembrar terror, golpear y disparar para asustar, no matar.
Los mensajes son claros: no critiques, no investigues, no publiques, no juzgues, no encarceles…
Que difícil será para el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong pedirle al ciudadano informado que acepte la tesis: el gobernador Fausto Vallejo no estaba enterado, no participaba de los contubernios de su Secretario de Gobierno Jesús Reyna con los Caballeros Templarios. Las acusaciones de Luisa María Calderón están desde que fue su coordinador de campaña a la gubernatura.
Que difícil será creer que El Chapo se movía en ciudades sinaloenses, comía en restaurantes, compraba en changarros como cualquier ciudadano, sin la complicidad de autoridades de primer nivel. Imposible creer que el ex gobernador de Coahuila Humberto Moreira no sabía o participaba en los “negocios” de su tesorero Javier Villarreal Hernández detenido en Texas.
Calderón tuvo en promedio a 20 gobernadores opositores durante su sexenio. Peña al revés. El cambio de poderes en el 2000 demostró que un mandatario del mismo partido podría enfrentar al presidente sin mayores consecuencias, fue el caso de Francisco Javier Ramírez Acuña con Vicente Fox Quezada al destapar la candidatura de Felipe, “Aquí mando yo”, rabió el jaliciense, en una muestra de la autonomía inédita.
Felipe no quiso meter mano en los estados como lo hace Enrique Peña. El experimento de Germán Martínez en el michoacanazo tumbó cualquier intento futuro por hacer justicia, el mismo ex presidente del PAN dijo tener “envidia de la buena” con la detención de la líder del magisterio Elba Esther Gordillo. Vergüenza debió darle.
En una ocasión le preguntaron al primer ministro de Japón ¿cual es la fórmula del éxito de boom japonés? “Hacemos lo que tenemos que hacer”, respondió. Así de simple. Es hora de aplicarla en México, pero que no vengan con el cuento de que la mierda en los estados no ensucia a los gobernadores.
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