Hugo Páez
De hacerse realidad el muerto virtual de Ricardo Monreal, la bandera de lucha contra el gobierno de Enrique Peña Nieto y el sometimiento de Miguel Mancera, blandirían a toda asta.
Sin embargo los saldos del 1 de diciembre y la provocación funcionaron al mostrar imágenes de un cambio de poderes “anormal”, tal como se lo pidió Andrés Manuel López Obrador en el 2006 a legisladores de izquierda. La denominación mediática fue un éxito.
Y aun cuando la rabia juvenil haya escalados niveles inéditos y una gran parte de la opinión pública repruebe a los jóvenes “kamikazes” de MORENA, la justificación para reprobar las primeras acciones de las autoridades de seguridad pública federal, y de la Ciudad de México, llegó para formar la parte central del discurso de López Obrador en el Ángel de la Independencia el mismo día que Felipe Calderón Hinojosa le entregaba la Presidencia de la República al enemigo histórico del PAN. Una instantánea funcional para demostrar que la verdadera oposición es la izquierda, y los ciudadanos se equivocaron al dar dos oportunidades a la derecha.
Un muerto sería el clímax, es por eso que con conocimiento de causa, Monreal estiró la primera versión, la del rumor, unos minutos ante el seductor foro nacional de la tribuna en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Los que estuvimos ahí presentes el 1 de diciembre nos enteramos del rumor por mensajes de texto de teléfonos celulares, de la misma forma en que lo hizo Ricardo Monreal. También nos informaron el desmentido, muchos minutos antes de que iniciaran la intervención del coordinador parlamentario del Movimiento Ciudadano.
De hecho, Ciro Gómez Leyva comentó en corto en el Palco “A” que la primera versión la difundió Epigmanio Ibarra y el desmentido fue por parte de las autoridades del Gobierno del DF.
Pero Monreal extrañamente tardó cuatro días en reconocer el engaño, pidió disculpas apenas el martes en la tribuna del Congreso. Tal vez esperando que las primeras horas de añejamiento le dieran cuerpo y legitimaran el levantamiento como una forma de protesta auténtica, aun con altas dosis de violencia. La ira y el frenesí eran inversamente proporcionales a la euforia priista en San Lázaro y Palacio Nacional.
Minutos antes de conocerse el desmentido, en el primer palco de San Lázaro, a mi derecha, Carlos Navarrete, ahora Secretario del Trabajo de Miguel Mancera, buscaba con prisa en su Ipad algún portal de internet que diera cuenta de los detalles de la presunta muerte del joven Carlos Valdivia. No lo encontró, y al salir embargo me comenta el chofer que en el programa de radio de MVS Carmen Aristegui lo difundió y también lo desmintió.
Los que asistimos al Congreso fuimos testigo de una realidad que en la televisión apareció matizada. Esta realidad descafeinada es los que hace urgente nuevos espacios, por cierto, una de las trece promesas de Enrique Peña Nieto, la creación de dos cadenas de televisión digital. Esperemos que no se empantanen en litigios y que la ley no sea el pretexto del lento caminar.
Pocos se enteraron de los gritos “asesino” que gritaban legisladores del Frente de Izquierda a la entrada de Felipe Calderón. Quien es quien para decidir lo que los ciudadanos verán en la televisión. Nadie.
También pocos se enteraron que los papelitos que volaban al paso de Enrique Peña Nieto eran facsimilares de billetes y de vales de Soriana, y ante la falta de información la gran mayoría pensó que era parte del festejo, no una forma de protesta de la izquierda. De nuevo, porque alguien tiene el poder de ocultar o matizar la información?
En el mensaje de Miguel Mancera en el Auditorio Nacional, después de su toma de protesta en la Asamblea Legislativa, el diputado perredista Israel Moreno me comentó que los monitoreos internos de San Lázaro mostraron las expresiones de molestia y nervios de Margarita Zavala y Angélica Rivera en el recorrido de sus esposos desde la entrada hasta la tribuna. Reacción humana, actitud natural ante la protesta. También las cámaras registraron la alegría de ambas en la toma de protesta.
La realidad construida a partir de la televisión es un pendiente impostergable que la sociedad civil organizada debe cambiar. La promesa del presidente entrante está en pie, cuando menos es un inicio alentador, falta concretarlo.
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