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jueves, 18 de agosto de 2011

El cochinero está en las autoridades locales, la muestra: la captura de La Mano con Ojos


Hugo Páez

         Al ver al procurador Alfredo Castillo entregar su reloj en prenda a Efraín Bartolomé, apenado –para la foto- por el infame cateo de sus 0policías del Estado de México sin orden de aprehensión, en la casa equivocada, y dos días después entregar el reloj que le robaron esos mismos policías, sin revelar la identidad del agente en ese momento, pues sí, es necesario que el Ejército esté en las calles y la Policía Federal se haga cargo de los operativos.
         La puerilidad del procurador contrasta con la peligrosidad de un asesino confeso que ejecutó directamente a 300 personas y ordenó la muerte de otros 300. De ese tamaño son las sorpresas del crimen organizado enquistado en los estados de la república que no se entiende sin una complicidad proporcional en todos los niveles de gobierno.
         En una entrevista con María Elena Morera, a su salida de una reunión con el Secretario de Gobernación Francisco Blake Mora y otros 34 líderes sociales anticrimen, a tres años de la firma de los Acuerdos para la Seguridad y Justicia, me dice que las reformas de Seguridad Nacional, tal como están redactadas en el Congreso, dejan el campo libre a la interpretación de la autoridad, de lo que significa Seguridad Interior y su confusión con Seguridad Pública, por lo tanto corremos el riesgo de que se utilice en un futuro para reprimir grupos de inconformes que el gobierno considere “peligro para la seguridad”.
         ¿En que momento la búsqueda de mecanismos para hacer eficiente la lucha contra el crimen dotarán de armas legales para controlar las garantías individuales?
         Para capturar al multi asesino Oscar Osvaldo García Montoya “La Mano con Ojos” no se necesitaron ni las reformas de seguridad, ni la tan ansiada capacitación de los policías a nivel municipal y estatal, solo se requirió que las autoridades del Estado de México tomaran la decisión.
         Imposible la operación de “El Compayito” sin una amplia red de complicidades que ha provocado la detención de mas de cuarenta policías coluditos. Las historias en las localidades como la mexiquense se repiten por todo el territorio nacional. El lunes pasado el periódico Reforma relató en la columna Templo Mayor la incursión de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en un restaurante del puerto de Veracruz:  MIENTRAS QUE durante el gobierno de Fidel Herrera la banda de Los Zetas tomó el control del estado, todo indica que con el nuevo gobernador, Javier Duarte, llegó también una nueva administración del crimen organizado.
SEGÚN ESTO, Joaquín Guzmán Loera, el narco que tanto admiran en Forbes, se ha instalado en Veracruz para encabezar la guerra contra Los Zetas, sin que a las autoridades locales les moleste demasiado esa situación.
Y SI no lo creen, pregúntenle a los comensales de unos de los mejores restaurantes de carnes en el puerto jarocho.
LO QUE SE CUENTA es que un grupo de hombres armados entró al local y, sin violencia, pidió a todos los presentes les entregaran cualquier tipo de aparato de comunicación que portaran.
POSTERIORMENTE entró "el jefe", saludó a todos, se disculpó por la molestia, ofreció hacerse cargo de la cuenta de quien lo quisiera (obviamente nadie podía salir), comió, pagó, dejó un propinón y se fue.
HABRÁ QUIEN DIGA que todo es una leyenda urbana. Pero quienes lo vivieron dicen que ese tipo no era Justin Bieber”.
           Las historias de Nacho Coronel en Guadalajara Jalisco eran muy conocidas, así como las de “El Mochomo” Beltrán Leyva en Culiacán Sinaloa y las de su hermano Arturo “El Barbas” en Cuernavaca Morelos. Después de años de convivencia Coronel y Arturo Beltrán fueron asesinados por el Ejército y la Marina en esas dos localidades y el Mochomo detenido en la capital del estado, sus vecinos relataron que diariamente una patrulla de policías municipales pasaba por su casa y saludaba a los guardias.
         En los gobiernos del PRI se gestó toda esta cultura que evolucionó entre generaciones de apellidos que se fueron mezclando y emparentaron para resultar en nuevos grupos del crimen organizado. Siempre un grupo dominante fue tolerado, y a la llegada de los gobiernos panistas y perredistas en los estados no hicieron gran cosa para combatirlos, si es que en algún momento lo pensaron, y en realidad los resultados actuales no son producto de leyes sino de voluntades, como la captura de “La Mano con Ojos” y su increíble historia de 600 ejecuciones, reconocidas frente a un procurador estatal que le puso la cámara para perpetuar su obra en Youtube, pero en un descuido no se percató que al momento en que el multiasesino le dijo frente a frente que pensaba matarlo y destrozarlo, carraspeo como reflejo condicionado al miedo.
         Semanas atrás el ex presidente de España Felipe González aseguró que por experiencia el crimen organizado se combate con un 85 por ciento de labor de inteligencia y un 15 por ciento de operación, pero que en México estábamos haciendo las cosas al revés, por eso los 45 mil muertos en los que se incluyen cientos de víctimas colaterales.
         Imposible que en los organismos federales de seguridad no descubran las redes de complicidades de todos los niveles de gobierno. Bastaría, por ejemplo, ver las páginas de los periódicos como la columna de Reforma Templo Mayor para ver a que distancia de la superficie se encuentra la información, y que el combate es producto de voluntades de gobiernos locales, que de no darse, deberían estar en la cárcel, y no solo en ese ámbito, resulta que la ley de lavado de dinero es una simulación completa y un real cochinero producto de las autoridades federales y del Congreso.
        
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