Hugo Páez
Felipe Calderón tiene razón al decir que debe ser muy cuidadoso en señalar a los narcopolíticos sin evidencia jurídica. La palabras de un presidente de la república tienen un peso especifico mucho mayor que el del ciudadano común, además, ha vivido en carne propia las imprecisiones que le han provocado datos erroneos proporcionados por su equipo de asesores.
Un claro ejemplo es el calificativo de pandilleros que endilgó a los jóvenes masacrados en Ciudad Juárez, posteriormente tuvo que dar una disculpa pública, otro ejemplo -solo par ilustrarar el campo minado de la información errática- es cuando dio estatus de fallecido a un administrador de aduanas secuestrado en Veracruz, su situación era jurídica era "desaparecido", de nuevo la aclaración de Los Pinos.
Si, las imprecisiones en un presidente son muy delicadas, sobre todo en el tema del crimen organizado, sin embargo, no podemos negarnos al sentido común, a la información cotidiana de observación directa, esa que no puede probar juridicamente responsabilidades en los bastos eslabones de la cadena del narcotráfico pero que es omnipresente, tomando en cuenta que los delincuentes mas exitosos no son idiotas, saben como evadir la justicia. Los fracasados, están en la cárcel.
Existe una subcultura permisiva y hasta admiradora del comportamiento delincuencial inteligente, de esos a los que muchos mexicanos llamamos "chingones", por tramposos, porque burlan la ley. Actitud alentada por la cultura de la ilegalidad, profundamente penetrada en la vida cotidiana al grado que ni siquiera la notamos, y mucho menos la asumimos como corrupción en diferentes grados, por eso no está demás que también el presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita, insista en que es necesaria una normatividad más estricta para cerrarle el paso al dinero del narcotráfico en las campañas políticas, no es un tema fácil, requiere de un manejo muy cuidadoso porque se podría convertir en un dique para la libertad de expresión.
Calderón se oye harto en el discurso, impotente y cansado de una lucha contra el crimen tan porosa que cualquiera se escapa por los resquicios legales. Tronó contra jueces laxos, ministerios públicos, policías y ahora contra la narcopolítica, aun cuando en meses pasados le molestaron los comentarios del diputado Manuel Clouthier Carrillo, hijo del “Maquío”, que en plena campaña electoral en Sinaloa criticó que Felipe Calderón fuera al estado solo a inaugurar puentes, y que los esfuerzos para combatir al narcotráfico y su alianza con los políticos era demasiado tímida, nada en comparación con lo hecho en Chihuahua.
Que bueno, Calderón parece decidido a presionar, la demanda contra el juez que soltó a los alcaldes y funcionarios implicados en el michoacanazo, mismo que dejó ir a un hijo de Servando Gómez "La Tuta" y amparó en sus derechos políticos a Julio Cesar Godoy Toscano para que tomara posesión como diputado federal y se hiciera de fuero constitucional para burlar la ley, esa demanda contra el primer juez de distrito Efraín Cázares López la puso el Procurador General de la República Arturo Chávez Chávez.
La crítica de Felipe Calderón deja entrever que viene un segundo capítulo contra políticos implicados en narcotráfico, una fuente confiable me dice que saldrá a luz pública evidencia jurídica contra Julio Cesar Godoy, evidentemente arrasatrará la inmoral complicidad de José Guadalupe Acosta Naranjo y Alejandro Encinas, legisladores implicados para que el compadre de “La Tuta” y hermano del gobernador de Michoacán, burlara a la justicia.
Lo que se intentó probar como “narcopolítica” tuvo su revés con la liberación de 11 alcaldes y funcionarios del gobierno de Michoacán, capturados en mayo del 2009 en vísperas de las elecciónes intermedias. una jugada erronea del entonces Secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont provocó que los reos fueran trasladados de un penal de alta seguridad en Nayarit, a uno de mediana en Michoacán. El objetivo de Gómez Mont era bajarle tensión a la relación con el PRD, sin embargo, los casos cayeron con un juez local que a fin de cuentas los liberó, y provocó un movimiento político para desacreditar las detenciones de la PGR.
La tésis de la narcopolítica fue reventada y los partidos opositores al PAN, la convirtieron en una especie de persecución que sería utilizada en tiempos electorales. Felipe Calderón tiene que agradecerle al ex presidente del PAN Germán Martínez por iniciar una guerra mediática que no dio resultados, por el contrario, el presidente perdió un gran espacio en la Cámara de Diputados, ahora, las golpes contra los capos del narcotráfico se intensificaron y le da fuerza a la cruzada de Calderón. La muerte de Antonio Cárdenas Guillén “Tony Tormenta”, el hermano del temible ex jefe del cartel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillen, provocó una llamada del presidente de Estados Unidos, Barak Obama felicitando a Felipe Calderón. No es poca cosa cuando la violencia rompe record mes a mes en nuestro país.
No se entiende el poder del narcotráfico sin la complicidad política, fueron las palabras de Calderón, una tesis muy añeja, una verdad que flota en el aire décadas atrás. Nada nuevo, excepto por el puesto del mensajero, un presidente al que le urge atenuar el problema que se está llevando a su partido entre las patas.
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