Hugo Páez
· Tráfico de armas, base de la violencia en México no es motivo de reclamo firme
Una dosis de realidad vecinal está enfrentando Felipe Calderón en Estados Unidos.
Aún cuando gobierno y Congreso apoyan la postura del premier mexicano en la lucha contra el crimen organizado, las organizaciones civiles, de derechos humanos y medios de comunicación mantienen una opinión diametralmente opuesta.
Los cabilderos contrarios a la política de Calderón funcionaron mejor que la diplomacia mexicana. En el país con mas consumidores del mundo, es obvio que fuerzas oscuras estén interesadas en tumbar el ánimo de representantes y senadores en el Capitolio.
En México todos están bajo sospecha, policías, alcaldes, gobernadores, funcionarios, candidatos y empresarios. Unos protectores, otros lavadores. En Estados Unidos, con el mayor trasiego y distribución, hasta llegar al consumidor, estructura que se antoja gigantesca, mantiene a sus operadores, lavadores y protectores, bajo un manto de anonimato infame.
El discurso de Calderón se perdió en la generalidad y obviamente en crecer la victimización por la ley Arizona. Sin embargo, hay un tema en que debió ser insistente: el tráfico de armas.
El gobierno federal asegura que la violencia relacionada con el narcotráfico no es preponderante, bajo esta tesis, la fuerza disuasiva y persuasiva de las armas son la base de todo tipo de crimen organizado, por lo tanto debería ser el blanco del discurso del gobierno mexicano. México prácticamente no participa como productor en ese mercado, las armas que fabrica la Secretaría de la Defensa Nacional están muy distantes en volumen, tecnología y letalidad de la oferta internacional.
Informes del departamento de estado de EU aseguran que una buena parte de las armas que utiliza el crien organizado en México no provienen de su país, sin embargo, las corporaciones norteamericanas tienen intereses en compañías que se refugian bajo el amparo de países laxos, que funcionan como filiales de corporaciones gringas. La huella tecnológica es inconfundible.
Estados Unidos no se asume como un país productor de droga, a pesar de que el 70% de la mariguana que consume se siembra en invernaderos privados. El reclamo se centra en los países productores, transformadores y que facilitan el trasiego. Las premisas son sencillas, mientras exista el consumo y mientras México sea un lindero geográfico de EU, será imposible desligarnos del trasiego de droga. Pero la fuerza de la violencia de todas estas operaciones criminales es el dinero y las armas, miles de las cuales son manufactura o tecnología norteamericana.
En relación con el esfuerzo de México en el combate al narcotráfico, Estados Unidos no mueve un dedo para dar solución constitucional y de control, al tráfico de armas.
El tema de las drogas poco a poco va desapareciendo del discurso del gobierno federal mexicano y toma una cara más global: crimen organizado, que implica además, secuestro, extorsión, asaltos y venta de protección. Todos estas “especialidades” cimentadas en la fuerza bélica de los grupos criminales.
Podríamos decir, al igual que Estados Unidos lo hace con las drogas, que la solución a nuestro problema de violencia está en un gran porcentaje en un producto importado de norte del país, sin embargo el gobierno mexicano parece no encontrar la sustancia de un discurso que debería ser incisivo, como el que nos recetan nuestros vecinos a cada momento.
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