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martes, 27 de octubre de 2009

Atrás de Cesar Nava había un presidente, no un partido

Hugo Páez

Cesar Nava prueba la soledad por tener un solo elector. El grande, el que lo ungió en la práctica como presidente del PAN, en medio del torrencial que apresuró los tiempos para barrer los vestigios de Germán Martínez Cázares: la personificación de la derrota del 5 de julio.
Un elector que antes lo hizo a un lado, y lo llamó para cubrir una urgencia: conservar al partido en sus manos. El presidente vio en su ex secretario particular una garantía para imponer candidato presidencial, sin embargo la inoportuna crítica al PRI lo mete en un dilema con sus opositores de casa, los que están observando y calificaron a Nava como un líder verde, sin experiencia para dirigir el partido en estos tiempos convulsivos que transita México.
Felipe Calderón siempre ha tenido un plan B para el paquete fiscal, aún si le aprueban un bodrio, la negación es estrategia para lograr una mejor posición. Pero ahora enfrenta otro problema, tal vez más fuerte, al interior de su partido. En la percepción de sus opositores: los Foxes, los Creel, los Espinos, los Ramírez Acuña, los Corral y hasta los Gómez Mont – Fernández de Ceballos, no le van a permitir equivocarse hasta el infinito con el partido, quizá ni una tercera vez.
Si los priistas desperdician la imprudencia, Nava podría construir una segunda oportunidad. Los tricolores son magos para permanecer polarizados, se tiran a matar cuando hay que matar, sin importar lecciones del pasado. Pero si logran ponerse de acuerdo en el senado y Cámara de Diputados, Felipe Calderón tendrá un presidente de partido debilitado frente a sus enemigos del PAN, engallados para enfrentar cualquier imposición de candidato en el 2012, que en realidad inicia antes del 2011.
El silencio, la falta de voces de apoyo, hablan de que Nava tiene un jefe, no un partido atrás de él. El tiempo no le alcanzó para convencer a los inconformes. Se quejó, con razón, de haber sido excluido junto con sus diputados de los enjuagues de Hacienda con el PRI, lo trataron como empleado de Los Pinos, ejecutor de órdenes sin levantar la vista.
Cesar no se fue por la libre, creyó leer señales de su jefe, no las del Consejo Nacional de su partido, ese que Manuel Espino decía que no era consultado cuando Germán Martínez Cázares tomó los argumentos del narcotráfico contra el PRI.

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